—¡Quiero que dejen de molestarla! —rugí furioso. Lali se
acomodó atrás de mi, como animal asustado —A partir de este momento si me
entero de que alguna de ustedes le ha causado algún daño a Lali —la jalé hacia
delante —¡Se las verá conmigo! —amenacé.
—¿Y qué puedes hacernos tú? —preguntó María al fondo del
vestidor —Que no nos hayas hecho ya —dijo retándome.
—Preocúpate de lo que puedo hablar, María —la amenacé —Si
hasta ahora he sido un caballero, es porque las consideraba unas damas que
merecían todo mi respeto —nótese la ironía —Ahora me doy cuenta que no son más
que bestias —les dije con una nota de burla y decepción —Que lastima—dije un
poco más bajo —Tú —me dirigí a Lali.
—Vístete, ya se nos hizo tarde —las chicas abrieron un
camino para ella. Tomó su ropa y la sujetó con contrariedad ante ellas —¿Y
ahora qué pasa? —solté fastidiado.
—¿Te podrías salir? —preguntó apenas audible.
—¿Y dejarte sola con los jinetes del Apocalipsis? ¡No
sueñes! —aseguré —Además estas criaturas ya me dejaron verte —dije con una
sonrisa y le guiñe un ojo —Eso debo de agradecérselos señoritas, me ahorraron
ese paso —les dije e hice una reverencia.
Ellas pusieron cara de fastidio. María se levantó enojada y
se fue azotando la puerta. Lali se quitó mi chaqueta y me la entregó. Se puso
la blusita blanca del uniforme y se metió la falda tableada. Se coloco la
corbatita con despreocupación y prosiguió con las medias y los zapatos negros.
—Lista —dijo cuando se acerco una vez más a mí.
—Casi —dije y acomodé su corbata correctamente. Ella me
frunció el ceño, pero las demás chicas no notaron su incomodidad ante mis
gestos y se molestaron más. La envidia debía estarlas carcomiendo. Decidí
molestarlas un poco más y besé su mejilla tardándome un poco más de lo que
realmente ameritaba la acción —Vamos.
Abrí la puerta para ella. Salió y yo la seguí.
—Yo… no tenías porque —dijo.
—Me gusta tu lunar —dije después de un rato de caminar en
silencio
—Mmm…
—Creo que ya no tiene caso entrar a esta clase solo quedan
20 minutos para salir.
—¿Qué te toca después? —preguntó.
—Música —afirmé y ella torció el gesto. ‘Estúpidos talleres’
dije en mi fuero interno.
—¿No te gusta música? —pregunté.
—Estúpidos talleres —dijo casi inaudible.
Sonreí por lo bajo. Así que a ella tampoco le gustaban los
talleres.
—¿Qué clase te toca a ti? —le pregunté.
—Música —afirmó con fastidio.
Bueno, al parecer teníamos que cursar los mismos talleres.
Yo por faltar tanto y ella seguramente como amonestación por entrar ya empezado
el semestre.
—¿Que instrumento tocas? —pregunté curioso. Apretó los
labios y comenzó a revolver su bolso. Saco una flauta —Parece difícil —dije
condescendiente, pero ella no lo creyó.
—No seas irónico —me pidió.
—No estoy siendo irónico —aseguré, pero por su expresión
pude ver que no me creyó de nuevo. Entramos al salón pero aun no había nadie,
teníamos 20 minutos libres en el aula…
Se me ocurrieron varias formas de pasar el rato, pero
seguramente ella no aceptaría y dejaría de hablarme. Cosa que no quiero que
suceda.
—¿Y tú que instrumento tocas? —me preguntó.
—Adivina —dije con una sonrisa autosuficiente y ella echó
una mirada alrededor de la habitación. Su mirada iba de los instrumentos a mi
rostro, como considerando las opciones.
—La guitarra eléctrica —aseguró. Yo tome la guitarra e
intenté tocar una canción pero me salieron muchas notas que nunca encajarían en
ese orden en una melodía —Esta bien esa no es —dijo para que dejara de tocar
—¿La batería? —dijo con duda. Repetí la misma acción que antes, me estaba
divirtiendo golpeando la batería pero ella me sacó los palillos de las manos
para que dejara de hacerlo.
—No tocas ningún instrumento —aseguró demasiado complacida
con esa aseveración.
—Si tú lo dices —dije y me encogí de hombros.
Cuando iniciara la clase se sorprendería. Sonreí al imaginar
su expresión. El profesor Morgan llegó en eso, pronto llegarían los demás.
—Peter —dijo con una sonrisa y me saludó —Que gusto que al
fin te dejaron regresar.
—Eso lo dirá usted, yo me la estaba pasando bien sin venir
—le dije.
—Lo sé, yo también fui joven —me dijo divertido —Lali que
gusto que llegaras antes. Me imagino que has estado practicando —ella se puso
nerviosa.
—Si, por supuesto —afirmo. ‘Mentirosa’ dije para mí mismo.
—Déjame oír lo que has avanzado —pidió amable el maestro.
Ella intento tocar la sinfonía de Beethoven el ‘re seis’ Le salía muy mal y sus
dedos eran lentos —Es suficiente —dijo el maestro y acabó con esa tortura —¿Por
qué no le muestras como debe ser, Peter? —me pidió. Ella me cedió su flauta con
una sonrisa torcida, seguramente estaba esperando que me saliera peor que a
ella. La melodía fluyó a un ritmo delicioso por mis dedos mientras soplaba. La
miré de reojo, estaba sorprendida —Muy bien hecho, veo que no pierdes la
practica —dijo el maestro orgulloso.
—Mentiroso —me acusó ella entre dientes.
—Yo nunca dije que no sabía tocar ningún instrumento. Tú
sola lo dedujiste —me defendí.
—Pero nunca me aclaraste que sabias tocar la
flauta—reprochó.
—Nunca lo preguntaste —dije con una sonrisa ante su enojo.
—Pero Lali, Peter sabe tocar muchos instrumentos aparte de
la flauta —interrumpió el profesor, el cual no me estaba ayudando a pesar de
que estaba presumiendo por mí de mis habilidades. Sonrió y se fue al otro lado
de la habitación a afinar algunos instrumentos.
—Aprendí a tocar la flauta a los 4 años —dije mientras me
encogía de hombros y ella se dejó caer en una silla.
—Soy patética —dijo casi inaudible.
—No es cierto —aseguré.
—Podrías enseñarme a tocar la flauta —me dijo. Arqueé una de
mis cejas. Ella me miró bien ante mi rostro —¡No le busques doble sentido a las
palabras! ¡Eres un sucio!
Solté una chistosa carcajada. Levanté mi mano y pasé uno de
mis dedos por su frente, alisando la leve arruga que se formó allí ante su
enojo.
Muy buena historia y que mente tan sucia con lo de la flauta jaja
ResponderEliminaresperando el proximo!!
ResponderEliminarsaludos gabi
Jajajjaa que zarpado el pibe jaja me encantaa
ResponderEliminarSube más!!! me encanta la nove
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