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miércoles, 31 de julio de 2013

CAPITULO 43

Holaaaaa!!!! Chicos este capitulo esta bien pero el siguiente es.... divino!! Os acordais de Susan? Pues si veo muchos comentarios subo el siguiente :):) Muchos besos!!

Soltando un gruñido me senté en mi lugar.

— ¿Entonces usted asegura que el señor Lanzani lo atacó sin motivo alguno? —le dijo el abogado.


—Sin ningún motivo —aseguró el mal nacido.


  Luego del juicio volví a mi casa con mi prima y mis amigos. Rochi preparó para ir a lo de Lali, en donde me dijo que desde ahora en más se iban a juntar por mi culpa…

Pues eso es mejor para mi, ya no tendré que llegar a mi casa y verla… infestada de chicas.

Nicolás y Gastón se sentaron al mismo tiempo en el sillón.

—¿Y qué pasó con Lali? —me preguntó el pelado.

Solté un agobiado suspiró y me senté frente a ellos después de pasarles su plato de comida. 

Habíamos pedidos unas pizzas.

—Es una loca —dije irritado.

—Pero bien que esa loca te salvó el pellejo, ¿vieron la actuación que hizo? —habló Gastón.

—Fue increíble, te aseguro que casi me hace llorar—agregó Nico.

—Ya dejen de hablar de ella —sentencié.

—¿Qué sucede? ¿Estás sensible hoy? —preguntó con burla Dalmau.

—No me busques… porque vas a encontrarme —le advertí.

—No creo que quieras otro día en la cárcel ¿o sí?—dijo Riera.

  Gruñí por lo bajo y tomé un poco de mi lata de cerveza antes de darle un mordisco a mi porción de pizza.

Sus palabras aun sonaban en mi cabeza.

  ‘Querías una respuesta directa, entonces la tendrás. ¡No! ¡No tienes ninguna posibilidad!’
¡Condenada y mil veces condenada seas Lali!

  Luego de terminar de comer, ordenamos todo y nos acomodamos para dormir. Hoy, ellos se quedarían a dormir aquí. Me acosté en el colchón y miré fijo al techo. Lali no salía de mi cabeza, Lali me atormentaba y no me dejaba pensar en otra cosa que no fuera ella.

  Levanté la cabeza para mirar a mis amigos y ambos ya estaban dormidos. Sin hacer ruido, me puse de pie, tomé el teléfono y salí al balcón. Cerré la puerta, para que no escucharan y caminé hasta el fondo. Me recargué sobre la baranda y comencé a marcar el número de su casa. Comenzó a sonar, pero nadie contestaba. Corté y volví a marcar. Sonó una vez… sonó otra.

—¿Hola? —escuché su dormida voz. No dije nada, solo guardé silencio —¿Hola? Holaaaa, ¿Hola, hay alguien? —Preguntó elevando un poco más su voz —¿Leon? ¿Eres tú?

—¿Quién es León? —la pregunta salió impulsivamente de mí.

—¿Lanzani? ¿Eres tú? —dijo con sorpresa.

—Te hice una pregunta directa, espero una respuesta directa —le dije.

—¿Acaso no has visto qué hora es? —preguntó nerviosa.

—¿Quién diablos es León? —dije elevando más mi voz.

  Guardó silencio por varios segundos. Solo se escuchaba su leve respiración, y por un momento deseé poder escuchar esa respiración pero cara a cara. Poder escuchar esa respiración cerca de mi oído…

—Si te contesto, ¿me dejaras en paz? —dijo con voz calma.

—Contéstame de una vez —sentencié.

—Un viejo amigo…

—¿Qué clase de amigo? —pregunté al instante.

—¿Acaso esto es un interrogatorio judicial? Que yo sepa el que estuvo preso fuiste tú, yo no le debo nada a nadie. Así que mejor deja de molestar y déjame dormir, ¡de una vez! —me dijo.

—¡Ahora tú vas a escucharme…! —escuché el interminable sonido del fin de la llamada.

  Me había cortado. Con cuidado alejé el teléfono de mi oreja. No, ella no pudo haberme cortado el teléfono de esa forma. Respiré profundamente antes de enloquecer.

—LOCO, QUIERES VOLVERME LOCO —le grité al teléfono como si de verdad ella iba a escucharme.

  Al día siguiente me negué rotundamente al ir a la Universidad, hasta que Gastón me amenazó con hacer explotar a Betty, si no me movía de donde estaba. Entonces accedí a regañadientes. Desayunamos algo rápido y partimos para allí. Antes de llegar Nicolás, se desvió del camino, diciendo que tenía que ir a buscar unas cosas. ‘Hoy me animaré al fin’
Eso fue lo último que nos dijo antes de doblar una calle antes de la calle que nos llevaba a la Universidad.

  Gastón y yo nos miramos un poco extrañados, y decidimos dejarlo pasar. Llegamos y la gente, ya comenzaba a entrar apresurada. Estábamos por llegar tarde, una vez más. Pero eso no me importaba en lo más mínimo.

  Mi amigo y yo divisamos un elegante auto, y era nada más, y nada menos que el auto de Lali. 
  
  Ella se bajó y luego se bajaron mi prima y Euge. Las tres reían divertidas. Rochi fijó su mirada hacia nosotros y dijo algo. Al instante las otras dos se giraron a vernos.

  La mirada divertida de Lali, se esfumó al posarse sobre mí. Revoleó los ojos y suspiró levemente. Comenzaron a acercarse a nosotros.

—Buen día —saludó Rochi alegre.

—Hola —dijo con tono bobo Gastón.

Mi rubia prima rió divertida y negó con la cabeza.

—Buenos días —dijo por lo bajo Euge.

—Buen día Euge —le respondí.

—Hola Gastón, ¿Cómo estás? —le preguntó Lali.

Gas frunció el ceño y me miró a mí.

—Mmm, muy bien Lali ¿Y tú? —le dijo él.

—Mejor que nunca —aseguró.

—¿Acaso has perdido la falta de modales? —le dije.

Ella bostezó y luego miró su reloj. Miró a sus amigas.

—Chicas, creo que ya debemos entrar, se nos hará tarde —dijo y volvió su vista a Gastón — 

¿Dónde está Nicolás?

—No lo sé, dijo que iba a hacer una cosa —contestó mi amigo.

  Le iba a decir algo, hasta que sentimos como alguien llegaba. Nos giramos a verlo y era Nicolás. Se bajó rápidamente de su moto y agitado se acercó corriendo hacia donde estábamos nosotros. Lo miramos extrañado, pues traía consigo un gran ramo de flores.

Los verdes ojos de Euge se abrieron bien al verlo. Agitado el pelado se acercó hasta ella.

—Euge —dijo respirando trabajosamente —Se que piensas que soy un… imbécil, y puede ser que tengas toda la razón del mundo. Pero… pero te juro que ya no me siento tan así. 

  Siento que… que puedo cambiar cada vez que te veo. Porque eres eso que yo necesito para ser una mejor persona, eso para ser un hombre de bien…

—Aaaaw, ¿escuchas lo que le está diciendo? —preguntó enternecida Rochi.

  Volví mi vista hacia mi pelado amigo. ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Acaso se había vuelto completamente loco?

—Se que no tuvimos un buen comienzo, y tampoco un buen encuentro y bueno casi nada. 
  
  Pero quiero demostrarte que puedo ser otro de ese que te imaginas, ¿Me dejas? —le preguntó y le tendió el ramo de flores.

La pequeña chica de anteojitos tomó atónita las flores

  Yo creo que no podía creer todo lo que Nicolás le acaba de decir. Todos esperamos ansiosos a que le dijera algo.

—Vamos Euge, dile algo —le susurró Lali.

—Mmm, yo… —habló algo nerviosa —Yo… yo también creo que podrías cambiar.

  Nicolás sonrió contento y se acercó a abrazarla. Rochi nos hizo un gesto para que con mucha discreción comenzáramos a salir de allí. Cuando estuvimos lo suficientemente alejados. Las dos chicas comenzaron a saltar y a reír divertidas. Gastón y yo las miramos extrañados.

—Es un amor —dijo la morocha.

— ¿Quién se hubiese imaginado que Nicolás diría unas cosas tan lindas? —preguntó Rochi.

—Fue demasiado tierno…

— ¿Tú crees que León hará lo mismo? —le dijo. Entonces me concentré en prestar más atención a lo que decían. Lali dirigió una leve mirada sobre mí.

—No lo sé, solo me dijo que iba a llamarme. Aun estoy esperando que lo haga —le contestó.

  Sentí un gran nudo en mi garganta. Quería golpear a alguien, especialmente a alguien llamado León. Un celular comenzó a sonar, las dos se miraron sorprendidas. Lali lo sacó de su bolso y le mostró la pantalla a Rochi.

— ¡Es él, es él! —Dijo entusiasmada mi prima— ¡Atiéndelo, atiéndelo!

— ¿Tú dices? —preguntó dudosa.

¡No lo atiendas! ¡Cuélgale! ¡Ódialo! ¡Aborrécelo! Tanto como a mí.

— ¡Vamos tonta, contesta! —le exigió mi adorada y tierna prima.

—Hola León —dijo cuando atendió. Miró fijo a mi prima y sonrió divertida —Claro que estaba esperando a que me llamaras…

Ambas comenzaron a caminar para alejarse de nosotros. Gastón se giró a verme.

—Creo amigo, que deberías de decirle a tu cara que es hora de sonreírle un poco a la vida —me dijo apoyando una mano sobre mi hombro.

  El viernes se me pasó lento y frustrado. Esa noche tenía pensado salir con una chica que estaba un año más alto que yo. Pero juro que no tenía cabeza, ni ganas. Por lo que tuve que suspender, una vez más, una salida. ¿Cuántas ya van que he rechazado? ¿Cuatro? ¿Cinco?
¡Diablos, jamás había tenido un prontuario de chicas rechazadas!

  Todo lo malo que me pasa es culpa de aquella condenada, de aquella loca que, maldita sea la hora posé mis ojos en ella. Aquella loca que quiere volverme loco. Pero no va a conseguirlo. 

  Primero soy yo, segundo soy yo y tercero soy yo. Así es mi vida, al que le gusta bien, y al que no también.

  El sábado me desperté más temprano de lo normal. Hoy tenía que ir a trabajar a lo de Gimena. Que mejor momento para acercarme a ella y seducirla, hacerle saber que no estoy celoso como ella seguramente debe pensar.

  Llegué a las oficinas y subí realmente entusiasmado. Quería verla y que ella viera lo bien que yo estaba, aunque eso no sea del todo cierto. Llegué al piso y me bajé, caminé hasta el salón de siempre, pero mis pasos se detuvieron al verla allí hablando con un chico. Ambos reían divertidos. Lo miré bien. Aquel chico… se veía bastante rarito.

  Vestía un pantalón color beige, una camisa blanca y un pañuelo color dorado colgaba alrededor de su cuello. Su pelo estaba bien peinado y juro que tenía mejor cutis que todas las modelos que allí estaban. Lo escuché reírse al igual que Lali.

— ¡No puedo creer que le hicieras eso al pobre de Pablo! —dijo entre risas y golpeando levemente el brazo de Lali.

— ¿Lo conoces? —me preguntó Gimena acercándose.

— ¿Es León? —le pregunté sin dejar de mirarlos.

—Aja, él es el famoso León. Estudió con Lali fotografía, y desde entonces son muy buenos amigos. Como te habrás dado cuenta León… es más una amiga que un amigo.

—Sí, si —dije asintiendo y la miré. Le sonreí abiertamente – Me he dado cuenta, ¿Necesitas que empiece a hacer algo?

— ¿Puedes ir a buscar a la oficina de al lado el historial de las modelos? —me preguntó.

—Claro que si jefa —dije con mi mejor sonrisa y salí de allí.

  ¡Ja! No puedo creerlo, el famoso León, batea para el otro equipo. Tuve que haberlo previsto, era obvio, ella solo quería darme celos. Cosa que no ha funcionado…

  Bueno tal vez un poco… pero nada fuera de lo normal. Escuché que alguien entraba y me giré a ver. Era ella. No dijo nada y se dedicó a acercarse a una de las mesas. Sonreí por lo bajo.

— ¿Así que ese es León? —le pregunté. No me respondió — ¿Tu amiguito es gay?

— ¿Hablas de León? —dijo sin mirarme.

— ¿Acaso hay otro? —dije apoyándome contra la mesa.

—No —dijo sin dejar de buscar. Hasta que me miró. Sentí un pequeño escalofrío — ¿Cuál es el problema?

—Que tú intento de darme celos, no funcionó —le dije. Ella comenzó a reír. La miré divertido, nunca la había visto reír de esa forma.

— ¿Mi intento de darte celos? —dijo divertida — ¿De qué hablas? Yo nunca quise darte celos.

— ¿A no? ¿Entonces porque no me dijiste desde un principio quien era? —pregunté.

—Yo te dije claramente que era un viejo amigo, allá tú con lo que pensaste. Además, ¿Qué te crees? ¿El ombligo del universo? Mi vida no gira en torno a ti, Peter.

¡Pero mi vida si gira en torno a ti en este momento, maldita sea!

La miré fijo y sonreí levemente. Me alejé de la mesa y me acerqué un poco a ella.

—Pues, has un esfuerzo para que no se note que te mueres por mí, se te ve feo —le dije.

Negó con la cabeza y suspiró.

—Eres intratable… ahora sal de mi camino que León me está esperando para hacer unas fotos.

Quiso salir, pero me puse en su camino. Me miró fijo a los ojos.

— ¿No me extrañas ni un poquito? —le pregunté.

Sus ojos se desviaron de los míos hacia otro lado.

—No, para nada —contestó rápidamente — ¿Sabes? Hasta he estado mejor. Tenías razón con lo del otro día. Yo te hacía más mal que bien, al igual que tú a mí. Así que alejados estamos perfectamente bien… ¿no lo crees?

La miré fijo a los ojos, buscando alguna respuesta a esto que me está pasando.

  ¿Qué diablos es? Una maldita obsesión que no va a dejarme en paz, hasta que la haga mía. Solo necesito eso para poder ser como antes.

—No, no estoy de acuerdo —le dije y salí de allí antes de hacer una locura.


martes, 30 de julio de 2013

CAPITULO 42

Holaaaaaa!!! Wowww cuantos comentariooos!!! Que contenta me pone eso :):) Este cap es un poco laliter bahh a mi me encanto!!  Hoy tambien es un capitulo largo y luego mas tarde puede que suba otro!! Besoss

—¡Diablos, Peter! —Rugió enojado.—¡Estoy cansado de tus problemas! ¡Ya no daré la cara por ti! ¡Fíjate como sales o púdrete ahí si quieres!


—Está bien, gracias —dije y colgué. El sargento me miró, espero a que le dijera algo —Creo que vamos a ser muy buenos amigos sargento —le dije y sonreí.



Él negó divertido con la cabeza.

—Llévenselo a una celda individual, está demasiado joven como para meterlo con los grandes.

—Gracias sargento, es usted muy considerado.

—No me subestimes jovencito —me aclaró —Ahora llévenselo.

  Me empujaron un poco hasta tirarme dentro de una celda que contenía una cama, y a un costado un baño.

  Miré a mi alrededor y maldije por lo bajo. Otra vez caí en este agujero, y esta vez necesitaba de un milagro para poder salir de aquí. Me senté en la cama y trate de calmarme, poniéndome como loco no voy a lograr nada.

  Las horas comenzaron a pasar, y se me hacían interminables. Me puse a pensar cuantos años eras lo que podía llegar a pasar en un lugar como este, y juro que llegué a desesperarme.

—Lanzani, tienes vistas —me dijeron. Levanté la cabeza y vi como mis dos amigos se acercaban.

—¿Qué hiciste Peter? —preguntó Nicolás.

—Tenía que hacerlo —le dije.

—Pero ¿Acaso no te pusiste a pensar en las consecuencias?—dijo Gastón. Los miré.

—¡No, maldita sea! —rugí, y me puse de pie —¡Ese maldito infeliz me buscó, y me encontró!

—Ese no es el problema ahora Peter —me dijo Nico —El problema ahora es que tendrás un juicio y una sentencia. Martínez, puede hundirte.

—Pues que lo haga, no me interesa…

—Ambos sabemos que si te importa Peter —dijo el pelado.

—Sí, tienes razón —dije soltando un suspiro.

—Nosotros haremos todo lo que podamos, no estás solo en esto. Debo decirte que tú prima esta como loca buscando un buen abogado. La condenada de verdad te quiere —me contó Gas.

—Mi rubia prima, y yo que quería devolverla por donde vino —dije nostálgico

—Y otra que está que trepa las paredes es… Lali.

— ¿Lali? —pregunté.

—Si —asintió Gastón —Le dijeron que habías golpeado a Martínez, que él estaba en el hospital y tú que estabas preso, y lo primero que hizo fue preguntar por ti.

—Condenada… —musité.

  Era por ella que yo estaba aquí adentro, pero juro que no estaba arrepentido. Y juro que todas las cosas que le dije a Martínez, fueron cosas que me salieron del alma. Cosas que deseo, cosas que imagino. Lali Esposito está metida en mi cabeza de una forma que no puedo describir.

  La noche se me pasó lenta en aquel lugar. No pude dormir pensando en todo lo que podía pasar si no salía de aquí. De verdad tuve que haberme controlado… pero él, él me saco de quicio. Además, ¿Cómo logró saber todo eso? Alguien estuvo hablándole a aquel infeliz de mi vida. Al día siguiente los guardias me dieron de desayunar y me dieron la noticia de que tenía una visita.

Vi como ella entraba con cuidado y con algo de asco miraba a su alrededor.

— ¿María? ¿Qué haces aquí? —le pregunté. Ella se acercó más a la celda.

—No sabes lo preocupada que he estado por ti —me dijo ella.

—No hacía falta que vinieras María —dije mientras me ponía de pie.

—A pesar de que quieras darme celos con la odiosa de Esposito, yo estoy aquí… Y hablando de ella, ¿Dónde está? ¿No era que tenían algo?

—Sí, si lo tienen teñida —escuché la voz de Rochi. Ambos nos giramos a verla, no estaba solo. Lali venía a su lado —Vamos Mery, ellos tienen que hablar de sus cosas… o hacer cosas ¿me entiendes verdad?

—No vas a pedirme que me vaya por ella, ¿verdad?—me preguntó la rubia.

Miré a Lali y luego a Rochi. Volví mi vista a María.

—Va a ser mejor que te vayas María, este no es lugar para ti —le dije lo más amable que pude.

—Eres un mal agradecido —me dijo indignada y comenzó a caminar.

—Sí, si lo es —le dijo Rochi mientras caminaba detrás de ella.

Fijé mi vista en Lali. Ella solo se acercó un poco más.

—Solo vine a decirte que ya tenemos la forma de sacarte de aquí —me habló distante.

—¿Estás segura? ¿O también viniste a la visita higiénica? Ya me toca…

—Ni siquiera cuando estas a punto de terminar preso por unos cuantos años dejas de ser imbécil, ¿verdad?

—Se que te preocupaste más por mí, que por Martínez —le dije serio.

—No vine a hacer sociales contigo —sentenció. Al parecer de verdad estaba enojada —Para eso tienes a otras… solo vine para decirte que esta tarde será tu juicio y declararé a tu favor. 

Lo único que tienes que hacer es guardar silencio y confirmar todo lo que yo digo.

Comenzó a caminar, entonces me acerqué más a los barrotes.

— ¿Por qué lo haces? —le pregunté. Se giró a verme.

—Por tu prima —me respondió.

— ¿Estás completamente segura de eso? —le dije. Me miró—Por favor, acércate —le pedí. Me miró con duda y se acercó. Con cuidado tomé sus manos. Ella miró la unión de nuestras y luego volvió la vista a mí—Muchas gracias.

— ¿Por qué? —me preguntó.

—Por querer ayudarme —respondí —Aunque sea por mi prima.

—Yo se lo mucho que ella te quiere —dijo sin mirarme a los ojos.

Entonces con cuidado solté sus manos para tomar su rostro. Me miró sorprendida.

—¿Qué haces? —preguntó nerviosa.

—Shh —le dije y despacio la acerqué más al pequeño espacio que había entre los barrotes. Acaricié su mejilla —Déjame besarte —le rogué en un susurro.

—No —negó efusivamente mientras ponía las manos sobre las mías e intentaba alejarse.

—Por favor Lali, déjame hacerlo, te lo estoy rogando. Además es mi manera de pagarte lo que estás haciendo por mí —dije mientras mi mirada estaba clavaba en sus ojos.

—Yo no quiero nada de ti —aseguró.

—Lali, ¿Por qué me haces esto?

—Yo no te hago nada Lanzani, tú eres el que hace mal las cosas —dijo.

—Por favor, déjame hacerlo. Lo necesito —le pedí. Ella volvió a negar pero no se alejó, sus manos apretaron un poco más mías que estaban sujetando su bello rostro —Cierra los ojos...

—No… tú cierra los ojos —dijo ella.

—Siempre lo hago cuando te beso —le confesé.

  Sonreí levemente, para luego acercarme más al tiempo que mis ojos se cerraban. No iba a ser violento, ni pasional en este beso... quería ser ¿tierno? Rocé sus suaves labios con cuidado, separándolos un poco.

—Creo que ayer fuiste muy claro cuando me dijiste que yo te hacía más mal que bien. Bueno, lo entendí, me quedó claro. Yo quise establecer una relación amistosa, pero al parecer eso no cuadra contigo. Y bueno así lo quieres así será —se alejó de mi agarre. La miré algo sorprendido—Tú ahí y yo aquí…

—Lali…

—Ya me cansé de intentarlo Peter, eres… tan cínico, no lo comprendes. Yo no soy como María Del Cerro, y además pienso que acostarse con alguien que apenas conoces es… aborrecible.

— ¿Y si me conocieras más? —le pregunté.

—Tampoco —me dijo.

Suspiré levemente.

—Entonces, ¿así son las cosas? —dije.

— ¿Qué te parece si lo discutimos cuando salgas?—preguntó.

— ¿Por qué no ahora?

—Porque no se me da la gana, y no puedes hacer nada al respecto. Estas encerrado.

Me guiñó un ojo y comenzó a caminar para alejarse.

—LOCO ¿SABES? QUIERES VOLVERME LOCO —le grité bien fuerte para que me escuchara.

Suspiré y me acosté en aquella pequeña cama. Escuché que alguien corría hacia mi celda. 

Levanté la cabeza y la miré.

—Lo siento, se me olvidó —dijo. Una caja cayó sobre mi cuerpo. La tomé y eran cigarrillos. Volví mi vista a ella. Sonrió levemente—Solo fuma, si ya has desayunado… Ahora sí, adiós —se despidió y se fue.

Me senté en la cama y miré la caja entre mis manos.

  No la comprendo, ¡Me es imposible! Si ella solo fuera un poco más clara conmigo, yo no estaría tan confundido.

  Las horas comenzaron a pasar, hasta que uno de los guardias entró y me dio un traje que me había mandado mi prima.

  Faltaba media hora para que el juicio comenzara. Me cambie y me senté a esperar a que vinieran por mí.

—Vamos Lanzani, ya es hora —me habló el sargento.

Me puse de pie y abrieron la celda.

— ¿Cree que salga sargento? —le pregunté.

Él sonrió por lo bajo y me hizo caminar un poco para entrar a una oficina.

—Pues la veo un poco difícil hijo, pero no imposible.

—Cualquier cosa, si llego a quedarme… le aseguró que vamos a llevarnos bien —dije algo divertido.

—Ya lo creo Lanzani, ya lo creo —palmeó mi hombro.

  Me pusieron las esposas, como si fuera un criminal de primera clase. Este país siempre está al revés, los verdaderos maleantes andan sueltos, mientras que la gente honesta y buena se pudre dentro de esas cárceles.

  De verdad deseo con todo mi corazón salir de esto, y juro que voy a comportarme. Juro que no volveré a ser impulsivo.

  Comenzaron a caminar conmigo y más rápido de lo que pensé llegamos al juzgado. Una puerta de madera se abrió y me empujaron levemente para que entrara.

Todo el mundo se puso de pie, ya que el juez a cargo de la causa entraba por la otra puerta. 

  Divisé a mi prima y a Lali sentadas al lado de un Harry, mi abogado. Mi fiel abogado. Quizás mi padre se haya apiadado y lo haya contactado.

  Del otro lado, divisé a Martínez, sentado al lado de su abogado. Sonreí para mis adentros al ver el estado en el que estaba. La felicidad que recorrió mi cuerpo fue muy gratificante. Eso significaba que yo no había pasado una noche dentro de esta cárcel en vano.

Sentados detrás estaban Nicolás y Gastón, los miré a ambos y los dos sonrieron contentos. 

Algo me decía que yo ya estaba salvado.

—Comencemos —dijo el juez.

  Me sentaron al lado de mi abogado y al instante mi prima me abrazó. No pude devolverle el gesto pues tenía las esposas en las manos

—El acusado, es el señor Peter Lanzani de 19 años de edad, por atentado físico al señor Pablo, que es el demandante. Pido a los abogados que se acerquen al estrado…

  Nuestros abogados se levantaron y se saludaron con una apretada de manos. Volvieron su vista al juez, dijeron algo en voz baja y Harry se volvió a sentar. Me quitaron las esposas.

— ¿Crees que salga? —le pregunté en voz baja.

—Si creen todo lo que dirá la señorita Esposito, lo más probable es que si —me contestó.

—¿Y qué es lo que va a decir? —dije intrigado.

—Ya lo veraz —dijo Harry con una leve sonrisa.

Giré mi cabeza para mirar a Lali. Su mirada se cruzó con la mía, pero al instante la apartó.

Ella no solo es mi perdición, sino que ahora también le voy a deber la libertad.

¡Esto es increíble!

—Llamo a declarar al señor Pablo —habló su abogado.

Martínez se puso de pie, y un poco rengo se acercó al estrado.

Se sentó y un hombre con un libro se acercó a él.

—Jura decir la verdad, y nada más que la verdad—dijo él hombre.

—Sí, juro —dijo Martínez y apoyó la mano sobre el libro.

—Señor Martínez, ¿Hace cuanto que conoce al señor Lanzani?—le preguntó.

—De nombre hará un año —dijo él y me miró —Así como persona, un mes aproximadamente.

— ¿Tenían una buena relación?

—Ni buena ni mala, apenas trataba con él.

—Mal nacido —musité.

— ¿Qué pasó ayer por la tarde? —le preguntó su abogado.

—Yo estaba caminando por el jardín de la Universidad, entonces divisé a Peter… me acerque a él y lo saludé amablemente—dijo aquel infeliz —Entonces, comenzó a insultarme, a decirme cosas sobre... –se detuvo y miró a Lali – No importa... y luego me golpeó.

— ¡Eso no fue así, infeliz! —rugí poniéndome de pie.

—Señor Lanzani, le voy a pedir que guarde silencio—me advirtió el juez.

Soltando un gruñido me senté en mi lugar.

— ¿Entonces usted asegura que el señor Lanzani lo atacó sin motivo alguno? —le dijo el abogado.

—Sin ningún motivo —aseguró el mal nacido.