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martes, 8 de octubre de 2013

EPILOGO

Holaaaa!!! Bueno, ya se termino :( Espero que cumpliese todas vuestras expectativas!! Quiero vuestros comentarios sobre la novela, que os a parecido, si cambiarias algo... lo q sea!! Respecto a la siguiente nove.... estoy dudando entre dos. Igual mejor lo elejis vosotros, no? Bueh... Decirmelo y ya decidire algo :):) MIL GRACIAS :) Besos!!!

  Abrí un ojo al escuchar un ruido proveniente de afuera de la habitación. Frunciendo el ceño abrí el otro y me quedé quieto en medio de la gran cama. Giré mi cabeza para mirar al costado de mí y estaba vacía, ella no estaba.

—Samuel Lanzani, mi vida, ven aquí. Te dije que no corras más cerca de las escaleras… vas a caerte, mi vida. Y no quiero que eso pase. —escuché su dulce voz, esa era su manera de reprenderlo.

Ya le dije un millón de veces que así, él seguiría siendo un rebelde.

—No lo volveré a hacer, ma —dijo él. Sonreí levemente, era un pequeño demonio.

—Alejandro, mi amor, ¿puedes pasarme tu camiseta?—escuché unos pequeños pasos que pasaban por delante de la puerta.

—Aquí tienes mamá —dijo él y volví a escuchar sus pasos.

—Daniela, cariño, ¿ya estas lista? —preguntó Lali.

— ¿Dónde está mi barbie, mami? —preguntó con voz preocupada.

— ¿Te fijaste debajo de la cama? —dijo su madre.

— ¡Aquí esta! —dijo contenta.

—Bueno, ¿ya están listos? —les preguntó.

—Casi —dijo Alejandro.

— ¿Por qué se están poniendo tan lindos? —dijo Lali.

—Lo que pasa es que queremos impresionar a la maestra de natación —contestó Samuel.

Reí por lo bajo.

—Con que eso es —dijo ella sin poder creerlo—Ustedes dos son terribles, no puedo creerlo.

—Ya mamá, tranquila —la calmó el pasivo y a la vez seductor Ale —Sabes perfectamente que tú eres nuestra favorita.

—Él tiene razón, ma —lo siguió mi otro pequeño galán —Tú eres la dueña de nuestros corazones. Las demás nada significan.

—Aaay por dios —dijo ella divertida — ¿De dónde habrán sacado ustedes dos esa manía de comprarme?

—Tenemos un buen maestro —aseguró Ale divertido.

—Ya lo creo —dijo ella.

— ¿Papá no irá a trabajar hoy, ma? —preguntó Samuel.

—Papi está de vacaciones… hoy comienzan —contestó ella —Vayan bajando que el desayuno está listo. Mientras yo termino de peinar a su hermana.

Ellos dos bajaron las escaleras.

—Hija, ven al baño.

—Voy.

— ¿Estás contenta de empezar el colegio? —le preguntó.

—Sí, pero tengo miedo —dijo ella.

—¿Miedo, mi cielo? ¿De qué?

— ¿Qué pasa si me pierdo? ¿Cómo voy a volver? —dijo preocupada.

—Tus hermanos van a cuidarte, no tienes que temer de nada princesa mía —la calmó Lali.

—No lo creo, ellos se la pasan babeando por la maestra de natación. Son unos bobos.

—Te van a cuidar, yo lo sé —dijo divertida su madre.

  Sonreí con ternura, mi pequeña es tan hermosa. Tan hermosa como su madre. Daniela es una copia exacta de Lali, a diferencia que tiene mis ojos. Con cinco años de edad ya es toda una mujer. Mientras que mis dos muchachitos son iguales a mí, con los ojos marrones de su madre. Samuel y Alejandro son gemelos y por ende inseparables. Siete años de pura destrucción masiva... pero ¿Qué sería de mi vida sin ellos?

Y ¿Qué puedo decir de la mujer que cambio mi vida por completo? Pasaron 10 años, y aun la sigo amando con la misma pasión de cuando teníamos 19. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegó corriendo a la Universidad con los ojos llenos de lágrimas y temblando como un animal asustado, para decirme que estaba embarazada. En ese entonces yo acababa de cumplir 22 años, y a ella le faltaban dos meses para dejar sus 21. Esa vez no había sido una alarma como cuando teníamos 19. Éramos jóvenes, aun lo somos, pero saber aquello fue una de las mejores cosas que me pasó en la vida, se los puedo asegurar. Nueves meses después llegaron nuestros gemelos y dos años más tarde nuestra pequeña princesa...

—Papi, ¿Estás despierto? —escuché su suave voz. Levanté la cabeza y la miré.

—Sí, mi amor —le dije.

  Ella entró con cuidado y cerró la puerta para luego acercarse hasta la cama. Se sentó a mi lado.

—Solo quería venir a despedirme, me voy al colegio—dijo y una sonrisa, iluminó su pequeño rostro.

  Levanté mi mano y acaricié su mejilla. Acomodé un poco el pequeño flequillo Chocolate que caía sobre su frente y que tapaba un poco aquellos enormes ojos verdes.

—Vas a pasarla muy bien, Princesa —le dije.

—Mami dice que estas de vacaciones, ¿es cierto?

—Sí, si es cierto. Cuando vuelvan a la tarde tú y tus hermanos iremos con mamá a tomar un rico helado, lo prometo.

  Sonrió y se acercó a mí para abrazarme y luego besar mi mejilla. Aun no comprendo como algo tan pequeño puede llenarte tanto de amor... pensé lo mismo el día que la tuve entre mis brazos la primera vez. Se veía tan frágil, tan inocente y dulce.

—Te amo, papi —besó mi mejilla de nuevo.

—Y yo a ti, bombón —besé su pequeña nariz —Ahora ve que mami te debe estar esperando.

— ¡Daniela, cariño, el autobús ya está aquí! —ambos escuchamos el llamado de Lali.

—Te lo dije —ella rió divertida y se bajó de la cama.

—Adiós papi —se acercó a la puerta y antes de salir se giró a verme. Sonreí ante la imagen de aquella enana con una mochila en la espalda, más grande que ella, y el pelo largo que caía por sus hombros—Dale muchos besos a mamá... y mira que yo ya le dije que te dijera que le des una de esas semillitas para hermanitos, porque quiero una hermanita para jugar a las muñecas. Con Sami y Ale no puedo.

Sonreí divertido y negué con la cabeza.

—Hablaré con mamá sobre ello princesa, ve tranquila—le dije.

Ella asintió y salió de la habitación.

— ¡Adiós Papá! —escuché que Ale y Sami decían a la vez.

— ¡Adiós Campeones, se portan bien! ¡Y cuiden bien a su hermana! —les respondí.

—¡Claro que sí! —aseguró Ale.

— ¡Tenlo por seguro! —dijo Sami.

  Reí por lo bajo y me volví a acostar bien en la cama. Luego todo fue silencio, escuché el sonido del autobús al arrancar y nada más. Unos cuantos segundos después la puerta de la habitación se volvió a abrir. Ella entró y soltando un cansado suspiro se tiró a la cama. Giró su cabeza para mirarme.

—Lo siento amor, se que querías dormir de corrido hasta las 11 de la mañana. Pero Dani se quería despedir de ti... no podía decirle que no —me dijo.

Sonreí y me acerqué a ella para envolverla en mis brazos y acercarla a mi pecho.

—Ya estaba despierto cuando vino —le dije.

Alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Sonrió y me besó cortamente.

—Ya sabes que no puede irse sin antes darle un beso al bombón de su padre —dijo divertida.

—Y así tiene que ser —aseguré.

Ella rió levemente, haciendo que mi corazón latiera rápido.

—Llamó tu hermana… dice que necesita que convenzas a Ben para que la deje ir de vacaciones con su mejor amiga —me dijo.

—Ah no, eso sí que no —dije negando con la cabeza.

— ¿Por qué no? —Preguntó —Tú hermana te necesita, Peter.

—No Lali, no voy a permitir que esa jovencita vaya de vacaciones con su mejor amiga y esas cosas. Aun es una niña.

—Peter, mi vida, no falta nada para que cumpla 16.

—No me interesa, y esa es mi última palabra.

— ¿Y que va a pasar cuando nuestra hija se quiera ir de vacaciones con sus amigas?

—Pues es obvio, no irá.

—Eres el peor del mundo —aseguró y se acostó en la cama dándome la espalda.

Solté un suspiro y me acerqué más a ella.

—Bueno, está bien. Tú ganas. Llamaré a Ben para hablar con él —le dije.

  Se dio la vuelta y sonrió de par en par. Tomó mi rostro con sus manos y me besó por toda la cara. Menos los labios.

—Eres el mejor —aseguró.

— ¿Tienes algo para decirme que nuestra hija te haya dicho? —le pregunté.

Ella frunció el ceño y me miró extrañada.

— ¿Si Dani me ha dicho algo? —preguntó.

Asentí mientras me acercaba a más a ella y comenzaba a besar su cuello.

  Hace 10 años que beso los mismos labios y aun me sigo excitando. Hace 10 años que le hago el amor a la misma mujer y siempre que pasa descubro algo nuevo.

—Mi amor, nuestra hija me dice muchas cosas durante el día —dijo.

Sentí su mano apoyarse en mi brazo y brindarme una suave caricia.

—Algo muy importante —susurré cerca de su oído.

  Su exquisito e único aroma entró por mi nariz para despertar aun más esa pasión que siempre me genera. Huele a ella, a rosas y a mí. Me enloquece.

  Apoyé mis manos sobre sus caderas y bajé hasta el borde de su camisón. Ella soltó una leve risita que cosquilleó en mi oído.

— ¿No te parece que es un poco temprano para esto?—me preguntó.

  Subí mis manos arrastrando el camisón. Y cuando sus piernas quedaron descubiertas me subí encima de su cuerpo, obteniendo un espacio entre ellas. Ella gimió levemente y mi nombre salió de sus labios en forma de reproche.

—Señora Lanzani, nunca es tarde o temprano cuando se trata de hacerla mía.

Ella sonrió y sus manos subieron y bajaron por mi espalda.

—Que yo sepa tú y yo no estamos casados para ser la señora Lanzani.

—No hace falta ningún papel para que seas de Lanzani. Eres mía desde el día en que me abriste la puerta a las dos de la mañana y me dejaste entrar en ti.

Ella mordió su labio inferior y me miró con ternura.

— ¿Siempre eres así de comprador? —me preguntó.

— ¿Siempre eres así de recatada? —le pregunté y comencé a besar su cuello de nuevo.

  Sentí como su piel se erizaba y un escalofrió bajaba por su cuerpo. Juro que amo provocar eso en ella.

—Apenas han pasado dos días desde la última vez que lo hicimos —su voz sonó algo agitada y quebrada.

  Sonreí y con mucho cuidado mordisqueé su mentón y mandíbula. Con mis manos seguí subiendo el molesto camisón.

—Y eso para mí es una eternidad —aseguré —Además—besé el espacio libre que había entre su cuello y su pecho. Su mano se enterró en mis cabellos. Con un simple movimiento me deshice de su sensual ropa de dormir —Ese día no estuve muy duradero como me hubiese gustado estarlo.

—No me pareció —dijo ella y acarició mi espalda.

—Pues a mí sí, porque quise cansar a los niños para que durmieran como troncos durante la noche, lo conseguí, pero yo terminé más cansado que ellos —ella rió levemente. Su mirada se clavó en la mía —Vamos, amorcito. Quítame la camisa —le pedí.

  Ella relamió sus labios y con manos suaves me quitó la molesta prenda. Gruñí al sentir su piel algo fría contra la mía. Me incliné hacia ella y con la punta de mi lengua acaricié sus labios. Ella soltó un leve suspiro.

—Ya recordé que me dijo nuestra hija —me dijo. Soltó una risita nerviosa —Lo de la semillita para hermanitos, ¿cierto?

  Asentí y metí mi mano entre el colchón y su espalda para moverla y acomodarla mejor debajo de mí. Ella volvió a gemir. Aun traía la ropa interior y yo este molesto pantalón de dormir. Creo que desde ahora en más dormiré desnudo.

— ¿Qué piensas de eso? —le pregunté.

  Ella bajó su mano por mi espalda hasta mi trasero. Arqueé una ceja cuando su palma me apretó en forma provocadora.

—No hablemos de eso ahora… solo bésame.

  Obedecí sus palabras y junté mi boca con la suya. Sus labios se abrieron para mí y los acaricié con ansias con los míos. Era un beso dulce, embriagador, apasionado y sobre todo con amor. Rodeó mi cuello con sus finos brazos y me atrajo más hacia ella.

Coloqué mis brazos a nuestros costados y acaricié el contorno de su cuerpo. Su cuerpo suave, bello y firme a pesar de haber pasado por dos embarazos. Su cuerpo perfecto, maternal. Su cuerpo dulce y caliente. El cuerpo que ha llegado a enloquecerme en forma simple y a la vez rara.

—Llamó Gastón —dijo alejándose de mi boca. La miré.

— ¿Qué quería? —le pregunté.

—Dice que los inversionistas han firmado el contrato. Todo está saliendo bien.

—Eso es perfecto —la besé de nuevo —Pero me lo dices luego.

  Me deshice de todo rastro de ropa que se interponía entre nosotros y por consiguiente le hice le amor.

  Ella se apoyó sobre mí, apoyando su oreja sobre mi corazón. Acaricié su espalda desnuda acomodando sobre ella su largo cabello.

— ¿Eres feliz? —me preguntó.

—Nunca pensé que iba a ser tan feliz en mi vida. Jamás imagine terminar así. Con la mujer a la que más amo en el mundo y con tres hijos —le dije.

—Cuatro —dijo ella. Fruncí el ceño. Lali levantó la cabeza de mi pecho y me miró.

— ¿Cuatro? —dije confundido. Ella apretó los labios para evitar sonreír. Entonces entendí aquello. —La semilla para hermanitos ya está aquí, ¿verdad?

—Ajá —dijo asintiendo mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas —Tengo un 
atraso de 3 semanas. Me desperté más temprano y me hice un test, dio positivo.

—Oh, mi amor —dije y la abracé contra mí. Ella se acurrucó bien y escondió su rostro en mi cuello —Me haces el hombre más…dichoso de este mundo. Por dios lo contenta que se va a poner nuestra Dani.

—Tengo el presentimiento de que va a ser una niña—musitó.

—Fabiana —dije. Ella asintió y me miró de nuevo.

—Me encanta ese nombre —aseguró y me besó.

Volvió a acomodarse contra mí.

— ¿Qué pasa si salen gemelas? —dije.

Ella negó energéticamente con la cabeza.

—Doble llanto, doble cambio de pañal, todo doble. Divertido, hermoso, pero agotador.

— ¿Quién te manda a ser tan fértil? —le reproché.

— ¡Peter! —se quejó y golpeó mi pecho.

Reí divertido.

—Eres hermosa, mi pequeña fábrica de bebes hermosos—le dije.

—Mmm… no me halagas diciéndome fábrica. Ya me estoy sintiendo gorda. Por dios, otro embarazo más. Yo no sé cómo es que aun estoy en forma —dijo.

—Acomplejada —susurré.

—Tonto —me dijo.

—Obsesión —le dije. Ella me miró —Mi bella y peligrosa obsesión.

—Te amo —dijo y acarició mi rostro.

—Te amo —dije y la besé.


  Mariano vino a mi cabeza y sonreí. Quizás ahora comprendo un poco más los sentimientos de mi padre. Quizás ahora puedo perdonarlo. Puedo decirle: Padre, tenías razón. Pero no del todo.

domingo, 6 de octubre de 2013

CAPITULOS 78 Y 79

Holaaa!! Bueno hoy subo 2 capitulos ya que estos dias no he podido. Se acerca el final de la nove :( Solo queda el epilogo que lo subire mañana. Ya tengo otra novela en marcha pero bueno de eso ya hablaremos :) Gracias por leer y dejar muuuchos comentarios por favor!! Mañana mas y mejor!! Besos

—Apaga tu celular.


  Sin dejar de mirarla tomé el teléfono de mi bolsillo y lo apagué para luego arrojarlo, creo que, sobre el sillón. Me incliné hacia ella y tomé sus labios con cuidado. Para luego comenzar a caminar a ciegas para buscar un lugar cómodo. Ustedes ya saben.



  Me desperté y me senté en la cama algo agitado. Miré hacia mi izquierda y Lali dormía tranquilamente allí. Solté un suspiro y me volví a acostar. Había tenido una pesadilla, solo eso. Ella está bien, ella está a mi lado.

— ¿Qué sucede? —su dulce voz rozó mi oído. Giré mi cabeza para mirarla y ella tenía sus ojos bien abiertos.

—Nada, solo tuve una pesadilla —le dije y me acomodé bien de costado para acariciar su rostro.

  Ella se acercó más a mí y escondió su cara en mi cuello. Sus brazos se metieron debajo de los míos y sus manos acariciaron mi espalda.

—Solo fue una pesadilla —susurró.

—Lo sé —dije mientras cerraba los ojos y disfrutaba de su cercanía — ¿Me das un beso?

—Primero necesito ir al baño —dijo mientras se alejaba.

—No, no… primero un besito —hice un puchero.

—Bien —dijo en un suspiro y se acercó a mi boca. Coloqué mi mano en su nuca y la acerqué más a mí.

— ¿Me amas? —le pregunté cuando la solté.

—Mmm… no lo sé —dijo ella mientras se ponía de pie. Sonrió y me volvió a besar —Claro que te amo, ¿Por qué lo preguntas?

—Solo quería volver a saberlo —le dije.

—Tontín —dijo divertida y entró al baño.

  Aquel sueño había sido tan real. Lali era alejada de mí y nunca más volvía a verla. Mi vida se volvía miserable y sin sentido. Había sido tan fea la sensación del vacío y el dolor. Me volví a acostar sobre la almohada y me tapé bien con las sábanas. Hacía un poco de frío.

Lali salió del baño y volvió a acostarse a mi lado.

— ¿Qué hora es? —le pregunté.

—Temprano, muy temprano —musitó mientras se acurrucaba entre mis brazos y volvía a cerrar los ojos.

— ¿Qué tan temprano?

—Son las 5 de la mañana, amor.

— ¿Enserio? —pregunté.

—Si —dijo ella y besó mi pecho —Aun tenemos 4 horas más para dormir. Así que deja de hablar y cierra tus lindos ojos.

  La abracé contra mi pecho y cerré mis ojos. Aun la maldita sensación me seguía molestando. Pero decidí ignorarla. Eso solo una sensación, nada significa.

  Las cuatro horas que faltaban para levantarnos pasaron volando y Lali fue la primera en levantarse y bañarse. Se puso el uniforme de la Universidad y luego se tiró encima de mí para despertarme mientras sus manos intentaban hacerme cosquilla.

—No vas a lograrlo, no las tengo —le dije sin abrir los ojos.

—Bueno, no tendrás cosquillas pero si te dan calor los besos —dijo ella y se metió debajo de las sábanas para comenzar a besar mi pecho y bajar hasta mi estomago.

—Lali… no —le dije.

— ¿Viste? Yo sabía —susurró y su aliento quemó mis abdominales.

—No hagas eso. Espera… porque… ¡Lali! —dije elevando mi voz y sacando las sábanas de encima de ella.

  Ella estaba sentada a horcajadas sobre mí con aquella linda pollera que estaba obligada a usar para asistir al campus. Sonreí al recordar que así mismo la quería yo cuando estaba encima de Betty. Ella mordió su labio inferior y me miró con ganas.

— ¿Por qué no me haces caso y te levantas? —me preguntó.

— ¿Por qué estas sentada encima mío con esa ropa? ¿Acaso piensas que así voy a 
levantarme y querer salir de esta cama? —le pregunté.

  Podría decirse que ella casi gateó sobre mí hasta llegar a mi rostro. Sus labios rozaron los míos. Su aroma a ropa lavaba y perfume simplemente me excitó.

—Vamos a llegar tarde mi amor… tienes que levantarte, ahora —dijo.

— ¿Tú estás jugando conmigo? —dije y sin darle tiempo a nada giré sobre la cama y la atrapé debajo de mí. Ella rió divertida.

—Esto no es justo—se quejó ella mientras calmaba su risa.

—Y ¿Por qué no?

—Porque yo era la que te estaba controlando… así no vale, Peter.

— ¿Tú controlar? Estas equivocada, amor.

— ¿Estás seguro? —dijo sin dejar de mirarme fijo a los ojos.

Entonces entendí aquello, si ella dice que no… a veces realmente es no.

Me bajé de ella y me acosté a su lado.

—Está bien, tú ganas —le dije.

  Rió por lo bajo y volvió a subirse sobre mí. Bajó su rostro y me besó tiernamente. Intenté acariciar su rostro mientras la besaba. Pero ella tomó mis manos y las dejó sobre la cama. Se alejó despacio dejándome totalmente idiotizado.

—Ahora sí, nos vamos —dijo y se bajó de la cama.

  Soltando un gruñido me puse de pie y entré a bañarme. Lo hice rápido pues al ver la hora, solo teníamos media hora antes de que comenzara la Universidad. Salí y me cambié. Bajé las escaleras del cuarto de Lali y me acerqué a la cocina para comer un poco de cereales.

— ¿Vamos? —le pregunté.

—Vamos, amorcito —dijo ella con una leve sonrisa.

  Salimos de su casa y otra vez en su auto nos dirigimos hacia otro maldito día de clases. Más rápido de lo que esperé llegamos y allí estaban nuestros amigos.

—Hola —dijo contenta Lali.

—Hasta que al fin aparecen —dijo Rochi.

—Lo siento, se nos hizo tarde —le dije a mi prima mientras besaba su cabeza. Saludé a Euge y luego les di la mano a Gas y Nico.

— ¿Entramos? —dijo Nico.

—Sí, antes de que lleguemos tarde en serio —dijo Gas.

Caminamos hacia la entrada. Y Lali se detuvo. Nos giramos a verla.

— ¿Qué pasó? —le pregunté.

—Me olvidé de unos cuadernos en el auto, voy a buscarlos —dijo.

—Te acompaño —dije y caminé hacia ella.

—No, amor. No es necesario. Vayan yendo que ya los alcanzo —se acercó a mí y me dio un leve beso antes de correr hacia la salida.

Volví hacia donde estaban los chicos.

— ¿Larga noche, Lanzani? —me preguntó Gastón.

—No le preguntes esas cosas, Gastón Dalmau —lo retó Rochi.

— ¿Qué tiene? —Dijo él confundido —Es mi amigo, toda la vida le pregunte sobre sus aventuras de cama.

— ¡Eres un asqueroso! —dijo realmente ofendida y comenzó a caminar más rápido.

  Gastón comenzó a seguirla mientras le decía que no podía enojarse por ello. Reí por lo bajo al igual que Euge y Nico.

—Se pelean siempre, pero a los dos segundos están como si nada hubiese pasado —dijo el pelado divertido.

  Mi celular comenzó a sonar. Detuve mi paso y lo busqué en mi mochila. Miré la pantalla y el número que aparecía era desconocido.

—Vamos Lanzani, estamos por llegar tarde —dijo Nico.

—Vayan yendo —les dije y me alejé un poco para contestar — ¿Hola?

—Lo intente, juro que lo intente —su voz paralizó mi cuerpo —Pero no lo comprendiste y no me hiciste caso.

— ¿Qué es lo que realmente quieres, maldita sea?—pregunté nervioso.

—Yo quise hacer las cosas por las buenas y tú me obligaste a hacerlas por las malas. Tú no la puedes dejar bueno, yo voy a ayudarte a hacerlo.

— ¿De qué estás hablando? —dije sin entender.

— ¿Dónde está Lali ahora, Peter? —me preguntó.

  Mi corazón se detuvo en ese mismo momento. Solté el teléfono y comencé a correr lo más rápido que pude hacia la salida. La luz de afuera se veía lejana y yo sentía que mis piernas jamás iban a llegar hasta allí. Salí casi volando hacia el exterior y miré hacia donde estaba el estacionamiento. Lali salía del auto.

— ¡Lali! —le grité. Ella levantó la vista y me sonrió. Y entonces un auto negro salió de la nada y se detuvo a su lado. Unos hombres salieron de allí y colocaron sobre su nariz un pañuelo — ¡NO!

Corrí hacia ellos pero fue demasiado tarde. Se la llevaron.




  Asentí mientras él decía el lugar. Yo sé perfectamente en donde queda. Cuando era niño me escondía de mi padre en aquel galpón que estaba detrás de la casa.

—Sí, se donde queda —dije y todos me miraron.

—Bien, enseguida mando unas patrullas —dijo él.

—No, yo voy —dije y corrí para salir del lugar.

— ¡No, espera! —gritó él.

  Salí y encontré el auto de mi madre. Me subí rápidamente a él y comencé a manejar. Tenía que llegar a ese lugar antes de que fuera demasiado tarde. Giré mi cabeza hacia atrás para ver como todos comenzaban a seguirme en sus autos. Unas cuantas patrullas de policía también iban detrás de mí. Aceleré y me pasé varios semáforos en rojo. Pero nada de eso me importaba ya. Solo necesito llegar a ese lugar y sacarla de allí.

  Me bajé corriendo del auto mientras todos los demás se detenían detrás de mí. Uno de los policías me agarró del brazo.

—No, es mejor que no entres —me dijo. Lo miré.

—Voy a entrar —aseguré y me solté de él.

— ¡No, Peter! —escuché la voz de mi madre.

  Me giré a verla y vi su angustia. Negué con la cabeza y volví a correr para dirigirme a la entrada de aquel viejo galpón.

  Llegué y con cuidado abrí la puerta de chapa. Todo se veía oscuro y silencioso. Entré del todo y comencé a caminar por allí.

  Todo estaba lleno de cajas y latas de pintura. Había ratas y bichos. Seguí caminando hasta que escuché su voz a lo lejos. Me acerqué más hacia el lugar.

—Pronto todo terminara, Lali —le dijo él.

  Me asomé y allí estaba. Parado frente a ella mientras sostenía un arma con la que jugaba sin prestarle atención. Ella estaba sentada y atada a una silla. Un pañuelo sobre su boca le impedía hablar pero su rostro estaba empapado en lágrimas.

—Todo es una lástima, ¿sabes? —se detuvo frente a ella y la apuntó con el arma, justo en la cabeza. Lali cerró los ojos con fuerza —Todo hubiese sido distinto si solo Peter me hubiese escuchado. Pero no lo hizo. Está como idiotizado por ti y yo no puedo permitir eso. No puedo permitirlo —la miró y sonrió —Abre los ojos querida, quiero que veas —ella abrió los ojos y le sostuvo la mirada — ¿Hay algo que quieras decir antes de morir?

Mi corazón se detuvo y la respiración abandonó mi cuerpo.

Ella asintió levemente y entonces él sonrió y le quitó el trapo de la boca.

—Yo… yo amo a Peter —le dijo temblorosa.

  Tuve ganas de entrar allí corriendo, pero si lo hago él puede hacerle daño. Tengo que encontrar la forma.

—Todas dicen lo mismo —aseguró él.

—No, no estoy mintiendo. De verdad lo amo.

— ¿Y si lo amas por qué no lo dejaste? Tuviste que haberlo dejado si lo amabas. Pero no, decidiste no hacerlo. Entonces no lo amas, querida.

— ¿Por qué hace esto? —le preguntó ella.

—Ya se te acabó el tiempo para las preguntas —le dijo y le quitó el seguro al arma. La colocó bien sobre su cabeza. Ella volvió a cerrar los ojos.

— ¡No! —dije y me hice ver. Él se giró a verme.

—Peter —dijo ella temblorosa.

—Todo va a estar bien, mi amor. Voy a sacarte de aquí, lo prometo —le dije sin dejar de mirarla. Ella asintió y soltó unas cuantas lágrimas.

—Vaya —dijo mi padre y se alejó de Lali. Comenzó caminar en círculos —Viniste hijo, viniste a ver la muerte de tu novia.

—Suéltala Mariano, se terminó. Estás perdido —le dije.

—Si entendieras las cosas hijo, sabrías porque hago lo que hago.

—Solo quiero que la sueltes —dije y me acerqué un poco más a él, que retrocedió levemente y apuntó de nuevo a Lali —Mátame a mi padre.

—No —dijo Lali.

— ¿Morirías por ella? —me preguntó. La miré y ella negó con la cabeza sin dejar de llorar.

  ¿Cómo no voy a morir por ella? ¿Cómo no voy a morir por su sonrisa? ¿Cómo no voy a morir por esa paz que me causa? ¿Cómo no voy a morir por el amor que despertó en mí? ¿Cómo podría seguir sin ella? Nada tendría sentido… ni siquiera seguir viviendo.

—Claro que si —dije sin dejar de mirarla.

—Pero yo no quiero que lo hagas —me dijo él. Volví a mirarlo —Creo que aun no has entendido nada, hijo.

—Si lo entiendo, estás loco —le dije —Toda tu vida me odiaste y jamás pudiste verme feliz. 
Porque estás loco.

Él negó y se acercó a Lali para apoyar el arma al costado de su cabeza.

—Puede ser que tengas razón al decir que te odié. Y si, lo hice. Te odie más que a nada en este mundo —admitió mientras seguía sosteniendo el arma cerca de Lali —Pero después te tomé cariño, a mi manera claro.

—Eres un psicópata —dije entre nervioso y divertido.

—Yo no quiero que tú termines igual que yo —dijo y me miró. Un nudo se formó en mi garganta. —Por eso lo mejor va a ser que ella muera.

—No, no —dije negando con la cabeza —Yo la necesito, mucho.

—Por eso mismo, hijo. Es mejor sacártela ahora que luego. Ella se volverá una obsesión para ti. Peligrosa y que te hará odiar hasta a tus propios hijos… como pasó conmigo —lo miré y negué con la cabeza —Te volverá loco y no podrás vivir en paz nunca. Y a pesar de que si te odié, eres mi hijo y por eso no quiero que pases por lo mismo.

—Pero yo soy yo, Mariano. Yo amo a Lali y la necesito… no solo porque es mi obsesión. Es la persona que me complementa. No podría vivir sin ella.

— ¿Y que pasara el día en que se canse de ti?—preguntó —¿Qué harás?

—Lo entenderé, si ella ya no es feliz conmigo voy a entenderlo.

—No hijo, no entiendes. No podrás dejarla y te volverás loco. Te lo aseguro.

Volvió a quitarle el seguro al arma y lo acercó más a Lali.

— ¡No, Mariano!—escuchamos su voz.

Me giré a verla y allí estaba ella. Mi padre se alejó de Lali y la miró bien.

—Claudia—susurró mientras sus ojos se iluminaban y una sonrisa aparecía en él.

—No puedes hacerle eso a esa joven, Mariano Y mucho menos a tu hijo —le dijo ella mientras se acercaba más a él.

—No, mamá —dije en intenté acercarme a ella pero con un gesto de mano me detuvo.

—Si alguien tiene que morir aquí, esa soy yo —dijo. Negué con la cabeza —Suelta a Lali y déjala con Peter. Esto es entre tú y yo.

  Sin dejar de mirarla mi padre se acercó a Lali y comenzó a desatarla. Lali se soltó y al instante su puso de pie y corrió hacia mí. La abracé con fuerza a mi pecho cuando comenzó a llorar compulsivamente.

—Ya mi amor, ya —le susurré al oído.

—Tuve tanto miedo, Peter. Pensé que jamás volvería a verte —dijo sin apartarse de mí.

—Todo terminó, estoy aquí —besé su frente y luego busqué sus labios e hice lo mismo.

  Volví a abrazarla con fuerza. Levanté la vista y miré a mis padres. Ahí parados uno frente al otro. Mi madre sonrió levemente.

—Ya no más Mariano, se terminó —le dijo ella.

— ¿Por qué me hiciste lo que me hiciste, Claudia? Si yo te amaba —le dijo él.

—Yo también te amaba, Mariano. Pero no supiste manejar el amor. Lo volviste una enfermedad. Despreciaste a nuestro hijo y mira como estas ahora.

—Por eso tú vas a morir —dijo él.

—Vamos Mariano, termina con la obsesión que te trajo hasta aquí —le dijo ella.

— ¡NO! —grité y abracé más fuerte a Lali para que no viera nada de lo que estaba pasando.

  Ella escondió su rostro en mi pecho. Cerré los ojos y entonces aquel sonido entró con fuerza por mis oídos. No los abrí por unos cuantos segundos.

  Todo se detuvo a nuestro alrededor. Lali seguía escondida en mi pecho y los segundos se hicieron interminables.

  Lentamente abrí mis ojos y la vi allí parada con la mirada perdida en un punto. Miré a sus pies y allí estaba él con el arma en la mano y una bala en la cabeza. Se mató, él mismo se mató.

  Los policías comenzaron a entrar y agarraron a mi madre para alejarla de Mariano. Ben entró corriendo al lugar y tomó a mi madre para abrazarla con fuerza. Ya todo al fin había terminado.

—Vamos, vamos afuera por favor —dijo uno de los policías y se acercó a nosotros.

  Sin soltar a Lali comencé a caminar hacia la salida. Cuando salimos Lali se soltó de mí para correr hacia los brazos de sus padres.

  Ellos la abrazaron con fuerza y Gimena rompió en llanto. Giré hacia mi derecha y mi madre estaba entre los brazos de Ben. Ella me miró y se alejó con cuidado de su marido. A paso lento se acercó a mí. Con una de sus manos acarició mi mejilla.

—Todo termino, Peter —me dijo con voz temblorosa.

—Lo sé —musité.

—Y tú no tienes la culpa —siguió acariciando mi mejilla.

—Eso también lo sé.

  Ella sonrió con los ojos llenos de lágrimas y me acercó para abrazarme con fuerza. La apreté un poco más y me sentí realmente protegido.

  Me alejé de mi madre y giré para encontrarme con Lali frente a mí. Sonreí levemente y ella copió mi acción.

—Ven aquí —susurré y ella corrió hacia mis brazos. Volvió a esconder su rostro en mi pecho y acaricié su espalda dulcemente —Casi muero cuando vi que te llevaban.

Mis labios rozaron su frente. La sentí temblar levemente.

—Gracias, mi amor —susurró.

  Levantó la vista de mi pecho y me miró. También la miré. Levanté mi mano y acaricié su rostro.

—Ya no más obsesión Lali, ya no más —dije y la besé suavemente en los labios sabiendo que ahora todo estaría bien.