Ambos se acercaron a donde yo estaba sentado. Los miré y les
hice un gesto para que se sentaran.
—La hiciste buena esta vez —me acusó Nico con una sonrisa
mientras me daba una palmadita en la espalda y se sentaba a un lado de mí en la
mesa.
Estábamos en la cafetería de la Universidad.
—Nunca me enorgullezco de mis impulsos —le contesté
encogiéndome de hombros.
—Volviste a caer en la rectoría y todavía no son las 10 de
la mañana —sentenció Gastón.
—Así es —contesté.
— ¿Y cómo te fue? —preguntó Nico.
—Creo que el rector y la secretaria están tomándome afecto.
Me invitaron un café, unos bocadillos y el rector se fumó un cigarrillo conmigo
mientras me decía la importancia de causar una buena impresión en esta Universidad,
debido a las altas personalidades que aquí se encuentran —rieron con ganas.
—Ya no hayan como llegarte —dijo Gastón en una carcajada.
— ¿Llamaron a tu padre? —preguntó Nico. Me encogí de
hombros.
—No —contesté secamente —El rector prefiere tratar esto
directamente conmigo… creo que mi padre ya le pidió que no le hablase cada 5
minutos por mis estupideces. De todos modos él no se encuentra en el país.
—Viaje de negocios —dijeron mis amigos al unísono.
—Fiesta —sentencié con seguridad.
—Me agrada como trabaja tu mente —dijo dándome una palmadita
en la espalda Nico.
—Mira quien viene ahí —dijo Gastón con desenfado y un poco
divertido —Parece estar enojada.
‘Ay no María, no por favor’ pensé.
No estoy de humor para ser simpático, y mucho menos con ella.
Me volteé con temor y sonreí al ver que era la nueva y echaba chispas por los
ojos. Me puse de pie.
—Lo siento —me disculpé cuando estuvo cerca y paró en seco
su brusco andar.
Estuvo bueno ese beso y no me arrepiento de habérselo dado,
pero no estuvo bien besarla sin su permiso.
— ¿Te arrepientes? —me preguntó haciendo un esfuerzo por
controlarse.
—No —fui sincero y recibí un puñetazo en la cara de su
parte. Esto era extraño, normalmente las chicas dan cachetadas. Me sobe — ¿Y
eso porque fue? —pregunté haciéndome el inocente.
— ¡Por besarme sin antes preguntarme! —me dijo y giró sobre
si misma para volver a irse.
Yo la tome del brazo y la jalé hacia mí.
— ¿Te puedo besar? —le pregunté.
— ¡No! —me dijo y jaló su brazo para poder irse.
Entonces la tomé por la cintura y la sujeté con firmeza. La
volví a besar mientras forcejeaba conmigo para soltarse. Y la besé de la misma
manera que antes, pero esta vez fui más rudo. Todavía me ardía la quijada por
su culpa. Hasta que se quedó quieta y dejó caer sus brazos a los costados. Sus
ojos color chocolates miraban fijamente los míos, mientras mi boca seguía sobre
la de ella. Me aleje despacio y le tapé la boca con mi mano derecha antes de
que me gritara.
—Dijiste que te enojaste por qué no te pregunté —me justifiqué
con una sonrisa de autosuficiencia —Nunca dijiste que no podía besarte si te
negabas.
me encanto
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