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lunes, 22 de julio de 2013

CAPITULO 23

Hola otra veeez!! Feliz cumple sofi, este capitulo esta dedicado para ti :) Quereis mas? Pues ya sabeis lo que teneis que hacer!!! Besosss

—¿Estas queriendo decirme que querías verme esta noche?

Rió por lo bajo y me miró.

—Te queda una pregunta —me dijo.


—¿Puedo besarte?


  Sus ojos chocolate se clavaron fijamente en los míos. Recorrí con mi mirada cada perfecta facción de su rostro, cada peligrosa curva de sus labios. Su boca estaba semi-abierta. Yo solo debía inclinarme y atraparla.

—No —me contestó. Volví mi mirada a sus ojos.

—¿Por qué no?

—Porque no.

  Se alejó de mi agarre y salió de allí dejándome algo confundido. Miré en la dirección en la que estaba caminado, y a paso rápido casi estaba llegando a la entrada del salón, corrí detrás de ella y la alcancé. Tomé su brazo para hacerla girar y que me mirara.

—Lo siento, siento si te incomodé… no era mi intención. Pero no puedes culparme por querer besarte. No hubiera podido dormir, de no haberlo intentado.

—Tranquilo —me dijo —Por lo menos vas mejorando. Has preguntado y te has abstenido después de una negativa…

Ella giró para entrar.

—Lali espera —la llamé. Se giró a verme —Otra pregunta.

—Ya has hecho cinco, pero... bueno, ¿Qué quieres saber?

—¿Podrás dormir esta noche sin haberlo intentado?—le pregunté.

Ella solo me miró fijo y no habló durante unos cuantos segundos.

  Pensé que en cualquier momento mi Peter despreocupado y arrebatado iba a salir de mí, para tomarla de la cintura y besarla sin permiso, pero giró sobre ella misma y entró sin decir nada.

—Si —dije asintiendo levemente —Eso pensé. No podrás dormir esta noche.

  Entré y vi como se acercaba a nuestros padres. Apresuré un poco mi paso y también me acerque a ellos.

—Oh, aquí esta hija —dijo el señor Esposito —Mariano, ella es Lali, mi hija.

—Mucho gusto Lali —le habló él.

—El gusto es mío señor Lanzani —dijo ella.

—Él es mi hijo…

—Ya tuve el agrado de conocerlo —lo detuvo Greg. Mi padre me miró de reojo. Vi como Lali le decía algo al oído a su padre. Greg nos miró consecutivamente —Lo lamento señores, pero nosotros debemos retirarnos.

—Fue un placer conocerlo, señor Esposito —dijo mi padre.

—Igualmente, señor Lanzani —dijo él.

—Señorita —inclinó la cabeza ante Lali.

Ella bajó un poco la cabeza.

—Buenas noches —dijo ella y tomó el brazo de su padre para comenzar a caminar. Antes de alejarse del todo, giró su cabeza para entregarme una extraña mirada.

  ‘Aaay cariño, se que te mueres de ganas por que vaya hacia ti y te bese como Dios manda’ pensé sin dejar de mirarla.

—¿Se puede saber dónde demonios estabas? —me preguntó Mariano haciendo que deje de mirar a Lali.

—¿Linda chica, no crees? —le pregunté.

—Deja de hacerte el idiota. Contéstame lo que te pregunte.

—Solo estaba tomando un poco de aire, ¿está bien?

—Te estuve buscando, como un loco, te necesito para una importante charla de negocios.

—Tranquilo, ya estoy aquí para salvar tu trasero.

Me miró con enojo y yo solo lo ignoré.

—Vamos —me dijo y nos acercamos a un grupo de personas que hablaba concentradamente.

  Luego de la tediosa velada, yo regresé a mi casa, mientras que mi padre se fue a su departamento. Me quité el abrigo y lo dejé sobre el sillón, para luego sentarme en el mismo.

  ¡Maldito viernes solo en casa! Podría llamar a los chicos para que vinieran a hacerme compañía. Tomé mi celular y encontré un mensaje nuevo. Era de Gastón.

—Hermano, te conseguí lo que querías. El número de Lali.

  Leí y solté una leve carcajada. Guardé el número de Lali y luego miré mis contactos. Nunca había tenido guardado el número de una mujer. No era mi costumbre. Bueno, pero esto era un caso especial. ¿Qué pasa si la llamo?

Escuché como sonaba una… sonaba otra, una más…

—¿Hola? —me atendió.

—Cariño, pensé que estabas dormida —le dije. Guardó silencio unos segundos.

—¿Peter? —preguntó.

—¿Cómo lo supiste? —pregunté haciéndome el galante.

—Eres el único que me dice cariño —aseguró. Yo reí—¿Por qué tienes mi número?

—¿Qué? ¿Acaso no me lo hubieras dado si te lo pedía?

—Mmmh, sí o no sé —contestó.

—¿Dónde estás?

—En mi habitación, en mi casa.

—¿Llegaste hace mucho?

—Hace bastante, si —dijo ella.

Reí por lo bajo y miré las puntas de mis pies.

—¿No puedes dormir verdad? —dije al recordar mis palabras fuera del salón.

—¿Por qué? —dijo ella.

—¿Cómo porque? —dije yo.

—Sí, ¿Por qué dices que no puedo dormir?

—Porque no me dejaste besarte.

Escuché como reía divertida y me reí en mi fuero interno.

—¿Qué es tan gracioso? —le pregunté.

—Tú lo eres —me dijo entre una risa —Juro que nunca en mi vida había conocido a alguien tan, pero tan…

—¿Lindo?

—Tan…

—¿Hermoso?

—Egocéntrico —afirmó.

—¿Lo soy?

—No sabes cuánto.

—Yo no diría egocéntrico —dije y me acosté en el sillón poniendo mi brazo libre detrás de mi cabeza —Más bien tengo un muy buen autoestima.

—Y una gran facilidad de palabra.

—Eso es una virtud.

—Ya lo creo, ya lo creo —dijo divertida —¿A qué se debe tu llamada?

—Quería cerciorarme de mi teoría —le dije. La escuché comer algo —¿Estás comiendo?

—Si —dijo con la boca llena —Helado.

—¿A esta hora?

—Es rutina —aclaró —Siempre antes de dormir miró alguna película con un pote de helado en la mano. Y si la película es de amor, un paquete de pañuelos descartable.

—¿Lloras?

—Y si —dijo y soltó un suspiro —Hay películas que son… muy lindas.

  Guardó silencio por varios segundos, y yo también lo hice. Solo escuchaba su leve 
respiración.

—¿Mañana haces algo?

—No lo se, quizás vaya a trabajar. Tengo que sacar las fotos del mes. Y debo ver a Pablo…

—¿Qué? —pregunté al escuchar su nombre.

—Si, mañana iré a verlo a la tarde. Está enfermo, y le prometí que iría a verlo.

—Aja, ahora también eres enfermera.

—No lo soy, pero debo admitir que soy muy buena cuidando gente.

—¿Y que pasó con el tema del otro día?

—Ya lo olvidé, además de que me pidió perdón.

—Perdonas fácil —le dije.

—No, soy bastante rencorosa. Pero cuando su perdón viene de corazón, si lo hago.

Escuché como bostezaba.

—¿Tienes sueño? —pregunté.

—Ahora si —dijo en medio de un bostezo —Bueno Lanzani, me voy a dormir. Te veo el lunes. Adiós.

Colgó el teléfono dejándome con la palabra en la boca. Te veo el lunes.

¡Mierda! Tendré que darles a esos dos perros sus 400 dólares.

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