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domingo, 21 de julio de 2013

CAPITULO 21

Hola otra vez!!! Espero que os guste este nuevo capitulo :) comentar y mas tarde subo otro mas!! Besoss


  El timbre sonó y todos comenzaron a salir. Ella se puso de pie y antes de salir del todo se giró a verme.

—Por eso se enamoran ti, creen que pueden cambiarte—me dijo. La miré fijo —Pero eso, está totalmente fuera del alcance de sus manos.



  Salió de allí dejándome solo con mis pensamientos. ¡Oh mierda! ¿Qué es lo que pasa conmigo? Yo no puedo sentirme mal por las palabras de una mujer poco común.

  Poco común, eso es. Ella es diferente a las demás, o así la veo yo. Tal vez si le encuentro el parecido ya no voy a sentirme así.

  La noche llegó y con ella la maldita fiesta. Terminé de vestirme en un costoso traje que me trajo mi padre de Paris. Parado frente al espejo me arreglé bien la corbata.

"Flash back"

—¿Ves? Así es como se hace mi amor —ella tomó la corbata y comenzó a colocármela bien.

—¿Así mami? —le pregunté.

—Uno para arriba, luego lo doblas por aquí y un tirón para abajo.

—¿Cómo me veo?

—Perfecto, te ves hermoso.

"Fin del Flash back"

  Sacudí mi cabeza mientras dejaba que aquel recuerdo me atormentara. Volví mi vista al espejo y ya estaba listo.

  De verdad no podía hacerme cargo de que todas estuvieran muertas por mi. La verdad de todo está a la vista. Yo no soy el problema. El problema son todas ellas.

  El timbre de mi casa sonó, de seguro ese era papá. Salí del cuarto y me dirigí a atender. Abrí y él me miró bien.

—¿Estás listo? —preguntó.

—Si —contesté.

  Salimos de allí, nos subimos a uno de sus costosos coches, y partimos hacia otro de mis calvarios. Pronto llegamos, en todo el viaje no habíamos cruzado palabra. Mi relación con mi padre era así, solo hablábamos lo necesario.

  Nos bajamos y entramos al gran salón. Miré a mi alrededor y toda la clase alta de la cuidad estaba allí. Empresarios, contadores, abogados, políticos y demás. Era hora de sacar mi faceta profesional y moralista. Nos acercamos a un grupo y mi padre comenzó a presentarme.

—Él es Peter, mi único hijo y mi futuro heredero—habló sobre mí.

—Buenas noches, señores —saludé.

  Pronto comenzó la charla de negocios, puse mi mejor cara de atención e intenté hacerlo.
Pero mi mirada se distrajo por la silueta de una pequeña mujer. Estaba de espaldas con un elegante vestido rojo, que dejaba a la vista la piel de su espalda. Tenía el cabello recogido, pero algunas mechas caían por los costados de su rostro. Y cuando giró, de verdad no pensé que era ella. Comenzó a caminar del brazo de un hombre bien vestido de unos 50 años. Estoy seguro que ese es su padre.

—Con permiso señores, enseguida regreso —me disculpé.

  La seguí con cuidado, observándola de cerca. De alguna forma, que no sea presentándome yo mismo, tenía que hacer que ella me viera. Divisé como sonreía cordialmente a las personas que, el hombre con el que estaba, le presentaba.

  Se veía condenadamente hermosa en ese vestido, rojo pasión. Largo hasta el suelo, marcaba con claridad las bellas curvas de su cuerpo. Y ver su espalda al descubierto, era una tentación en vivo y en directo.

  Gracias a mis tontas compañeras de Universidad ya había logrado verla en ropa interior. Pero la idea de desnudes que me provocaba su vestido era aun mayor de lo que yo había visto. La vi alejarse de aquel hombre y entonces me acerqué a él.

—Perdón, ¿usted es el señor Esposito? —le pregunte. Se giró a verme.

—Si, soy yo. Mucho gusto ¿usted es? —me preguntó.

—Mi nombre es Peter Lanzani —me presenté.

—¿Puede ser que tu padre sea Mariano Lanzani? —dijo frunciendo el ceño.

—El mismo —dije. Sonrió y estiró su mano para que la tomara.

—Es un gusto conocerte, hijo. He escuchado muchas cosas sobre tu padre, sé que es un muy buen abogado.

—Si lo es, y es mi gran ejemplo a seguir. Espero algún día poder llegar a ser tan grande como él. —dije mintiendo descaradamente.

—Si tienes potencial y carisma, estoy seguro de que lo lograras —dijo divertido.

—Eso espero señor, ya que en algún futuro me tocara tomar mando del bufete de mi padre.

—¿Tú padre está aquí? —me preguntó.

—Sí señor, se encuentra por allí —dije y lo señalé.

Giró y lo miró, volvió a mirarme.

—Oh, espera un segundo que voy a llamar a mi hija para que la conozcas —dijo.

¡Bingo! dije para mi fuero interno.

—Lali, hija —la llamó.

  Ella se encontraba de espaldas hablando con otra mujer. Se giró a verlo y cuando me divisó frunzo el ceño con gesto de asombro. Se despidió de la mujer y se acercó a nosotros. Hice todo lo posible por parecer sorprendido.

—Hija, quiero que conozcas al señor Peter Lanzani—me presentó —Peter, ella es mi bella hija Lali.

—Es un gusto señorita —dije y tomé su mano para besarla cordialmente.

Ella no dijo nada, solo me miraba sin poder creerlo aun.

—Bueno, los dejo un segundo. Iré a hablar con tu padre Peter —me dijo.

—Vaya tranquilo señor Esposito, yo cuidó de su hija.

  Sonrió y palmeó mi espalda para luego irse. Clavé mis ojos en Lali, y ella me miró de arriba abajo analizándome detenidamente.

—¿Dónde quedó el sapo Marilyn mansero? —me preguntó. Solté una leve carcajada —¿Se puede saber que haces aquí?

—Aquí es donde vengo siempre que necesito pensar—le dije. Me miró acusadoramente —
Bueno, en realidad vengo porque mi padre tiene amigos importantes y siempre necesita de mi ayuda.

—O sea que era esto lo que tenías que hacer hoy —me dijo.

—Al parecer los dos teníamos que hacerlo —dije y la miré de los pies a la cabeza —Se ve muy bella esta noche señorita Esposito.

—Oh —dijo ella soltando una sonrisa —¿Ahora eres todo un caballero?

—Siempre lo soy, ¿no lo cree?

—En realidad creo que te favorece el pelo bien acomodado y no levantado o hacia delante.  Se tiene mayor percepción del color de tus ojos.

—¿Le gustan mis ojos? —pregunté sonriéndole levemente.

—Señor Lanzani, creo que a pesar de que este vestido de gala, lo marylin mansero no se le va con nada del mundo.

—Podríamos fingir que acabamos de conocernos —dije y me di la vuelta para luego volver a mirarla —Buenas noches señorita.

Tomé su mano para besarla de nuevo. Ella rió por lo bajo.

—Buenas noches señor… —dejó de hablar para seguirme el juego.


—Lanzani, o puede decirme Peter.


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