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sábado, 20 de julio de 2013

CAPITULO 19

Holaaaaa!!! Ya estoy aquí :) Un poco cansada pero muy bien en el camping!! Queréis otro capitulo? Entonces comentar y tal vez tengais una sorpresa! Besosss

—Oye, ¿ya no te molesta que te llame cariño?—pregunté.
—Si me molesta, pero creo que es una pérdida de mi tiempo decirte que no lo hagas, cuando igualmente vas a hacerlo —me dijo.

—Estás en lo correcto.


  Rió por lo bajo y comenzó a caminar hacia su casa. Vi como entraba y decidí prender marcha hacia la mía. Llegué y entré, eso era lo mejor de vivir solo, nadie estaba allí para molestarme y reprocharme cosas. Me senté en el sillón y prendí la tele. Mi teléfono comenzó a sonar.

—¿Hola? —dije al atender.

—¿Dónde estabas? —me preguntó. Me tensé al escucharlo.

—Haciendo unas cosas —contesté.

—Bueno, no importa. Llamo para decirte que el viernes tenemos una fiesta muy importante a la que debemos ir los dos.

—¿Es necesario Mariano?

—Muy necesario Peter, necesito que la sociedad te vea como el futuro heredero de la firma. 

Tienes que estar ahí.

Recordé lo de la cita con Lali y maldije por lo bajo. Suspiré levemente.

—Está bien, no me queda otra. ¿Dónde estás? – le pregunte.

—Mañana llegó, estoy en Paris.

—Mañana te llamo.

—Okey, adiós.

—Adiós —dije y colgué.

  Al día siguiente la Universidad se me hizo más tediosa de lo normal, mi padre ya me había arruinado la semana diciéndome que el viernes tenía que ir a la maldita fiesta de la alta sociedad. Ir a ese lugar a aparentar algo que verdaderamente no soy. Ir a soportar a toda esa gente suspicazmente perfecta. Mi cita con la morocha quedó en stand by, ya que a ella también se le presentó un compromiso importante para esa noche.

  Hoy es jueves, y adivinen que. Adelanté mi cita de esta semana a hoy en la noche. La chica había aceptado encantada salir conmigo hoy. Y no esperaba menos.

—Oye, ¿Vas a salir esta noche? —me preguntó Gastón.

  Me giré a verlo mientras nos acercábamos a la mesa en donde estaba sentado Nicolás. Nos sentamos y el pelado nos miró.

—Si, esta noche tengo acción —dije sonriendo triunfalmente.

—¿Quién es? —preguntó Nico.

—Chicos, no voy a decirlo —les dije.

—¿Y qué pasó con Lali? —dijo Gas.

—Lali… tranquilos, antes del martes que viene ya habrá pasado por mi cama.

—De eso no estamos muy seguros, amigo —dijo el pelado palmeando mi hombro.

—Me temo que vas a darnos 400 dólares. Y gracias a eso tendré los cigarros del mes pagos 
—acotó Dalmau.

—Ya verán que si —aseguré. Lali se acercó a nosotros.

—¿Qué hacen? —nos preguntó.

—Decíamos que la semana que viene Peter nos tendrá que dar 400 dólares a cada uno de nosotros —le contó Nico.

—¿A si? ¿Por qué? —quiso saber ella.

—Porque aposto algo con nosotros y estamos completamente seguros de que no ganara.

Lali rió por lo bajo y me miró.

—¿Se puede saber en qué lío andas? —Me preguntó—Escuche a la loca de María diciendo que ibas a salir con una tal… Kate. Estaba como loca.

—No tengo ni la más mínima idea de lo que estás hablando —dije haciéndome el tonto.

Nico y Gas me miraron picaros.

—Tendrías que tener un poco más de consideración. Algún día, alguna de todas las chicas con las que sales va decidir matar a otra por tu culpa —me dijo y se puso de pie —Los veo luego chicos, tengo que hacer unas cosas.

Se fue, dejándonos solos.

—Ella tiene razón Peter —me habló Gastón —Algún día vas arrepentirte de todo lo malo que has hecho.

—Y ha hablado el santo de los santos —acotó Riera.

  Reí por lo bajo al ver como comenzaban a discutir. Pero trate de llevar mis pensamientos a otro lado, necesitaba pensar en otra cosa.

  La noche llegó y la hora de mi cita también. Habíamos quedado en encontrarnos en el restaurante de un lujoso hotel en el centro de la cuidad. Yo tenía algunos contactos por ahí, así que siempre conseguía un buen lugar y la mejor atención.

Moví su silla para que ella se sentara.

—Muchas gracias —me dijo con una leve sonrisa.

Le devolví el gesto y me senté frente a ella.

—¿Qué quieres beber? —le pregunté.

—Lo que tú quieras —dijo y sentí el roce de uno de sus pies sobre mi pierna.

La miré y me hizo un gesto con las cejas.

—Pidamos champaña —dije.

  Uno de los mozos se acercó a nosotros y pedimos la cena y la bebida. Hice todo lo posible por mostrarme lo más interesado del mundo en su vacía platica. Era una tortura tener que pasar por esto.

—Entonces yo le dije que no era necesario que se tiñera de nuevo, porque el color que tenía combinada perfectamente con su color de piel y…

—Kate —la llamé haciendo que dejase de hablar. Me miró.

—¿Si? —dijo.

—¿No te gustaría subir? —le pregunté.

Ya no podía ser cordial y seguir escuchándola. Arqueó una de sus cejas.

—¿Arriba?

—Si – dije por lo bajo y me acerque un poco más a ella —Es linda la habitación.

Ella mordió su labio y me miró picara.

—Está bien, vamos —dijo y se puso de pie. Yo también lo hice.

Fuimos en busca de las llaves y me detuve antes de subir en el ascensor.

—Ve yendo linda, enseguida te alcanzo —le dije al oído y palmeé su trasero para que caminara.

La vi subirse al ascensor y desaparecer de ahí. Solté un cansado suspiró.

  ¡Por dios tenía que quitármela un segundo de encima! Me acerqué al mozo y le pedí la cuenta. 

Luego me dirigí al bar, necesitaba tomar algún trago para tratar de no pensar tanto.

De alguna manera me sentía extraño…..bastante extraño.

—¿Qué le sirvo? —me preguntó el hombre del bar.

—El trago más fuerte que tengas —le dije.

Asintió y se alejó de mí para prepararlo. Enseguida puso un vaso con un líquido color rojo frente a mí. Miré al hombre y miré el vaso.

—Es lo más fuerte que hay. Podría hacerte olvidar hasta cómo te llamas —dijo.

  Sonreí y se lo agradecí por lo bajo. Creo que era lo que necesitaba. Cuando acabé el trago, pagué, me puse de pie y me armé de valor para subir y hacer lo que tenía que hacer.

  Llegué al cuarto y entré, la luz estaba apagada. No la prendí, no quería hacerlo. Giré y divisé una sombra encima de la cama.

—Pensé que no vendrías más —me dijo.

  No dije nada y solo me acerqué a la cama. Ella ya estaba en ropa interior, me encanta cuando me la hacen más fácil de lo que ya son.

  Comencé a besar su cuello, para subir por su oreja. Ella comenzó a desabrochar los botones de mi camisa y quitármela lo más rápido que podía. Me alejé de su cuello para mirarla y cuando lo hice me quedé quieto.

  La que estaba debajo de mí no era Kate. Sus oscuros ojos abrazaron los míos. Era Lali. Me incliné y tomé su boca casi desesperado.

  Ella metió sus manos debajo de la camisa y logró quitármela. Bajé mi mano y acaricie una de sus piernas. Gimió levemente.

Sentí como sus manos llegaban a mis pantalones. Me alejé de apenas de su boca.

—Lali… —susurré su nombre. Me detuve al darme cuenta de que la nombré.

  Entonces me alejé de ella para mirarla, y la imagen de Lali se esfumó en un segundo. La rubia era de nuevo la que estaba frente a mí.

—No, no pasa nada. Continuemos, solo fue un… desliz—dijo agitada y se acercó de nuevo a mi boca y me volvió a besar —Solo quiero darte placer, Peter. Y estoy completamente segura de que tú puedes dármelo.

  Me alejé de ella y la miré. La morocha jamás diría una cosa así. Repentinamente sentí que no podía seguir con eso. Le sonreí levemente.

—¿Puedes esperarme un segundo linda? Voy a traer algo especial para ti —le dije mientras me ponía de pie y me acomodaba la ropa.

—Pero… ¿A dónde vas? —me preguntó sentándose en la cama.

—Juro que no me tardo nada, la sorpresa va a encantarte —dije y terminé de vestirme. Tomé mi abrigó y salí de allí.

  Bajé por las escaleras y salí a la calle, comencé a caminar sin rumbo alguno. Busqué en mi bolsillo un cigarrillo y lo prendí. Creo que finalmente voy a tener que terminar aceptando que mis amigos tienen razón cuando me dicen que no discrimino a ninguna. Yo no sé qué pasó conmigo, pero simplemente no pude seguir adelante. Fue bastante rara la sensación de imaginarme a Lali. Creo que el trago me influenció más de lo que debía.

  Pero fue más real de lo que pareció. Creo que si ella no hubiera hablado, yo aun estaría allí. Voy a tener que replantearme un poco más mis próximas citas. Creo que andar saliendo solo por un par de horas de placer [si es que a eso se le puede llamar placer] no vale la pena.

  Más si eso luego va a traerme más problemas que placeres. Sin darme cuenta llegué a mi casa, y sin seguir dando vueltas me tiré a la cama para intentar dormir.

—Ay, y ahora sales con tu parte poética. Eres tan predecible. Con razón tienes a todas esas huecas a tus pies. Un par de palabras bonitas, y la noche asegurada ¿No es cierto?

—En verdad hermano, no discriminas a ninguna.

—Algún día alguien van a darte una lección, Peter.

Sus palabras no salían de mi cabeza y cada vez me hacían pensar un poco más.


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