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miércoles, 25 de septiembre de 2013

CAPITULO 68

Como prometi otro capitulo mas!! Bueno, aviso que se esperan unas cuantas sorpresas :) Pero seran dentro de unos capitulos. Me gustaria que hubiese mas comentarios pero se que estuve tiempo sin publicar asi que lo entiendo. Mañana mas y mejor. Besos

Acarició mi nariz con la suya y volvió a ronronear. Respiré profundamente.


—Tus deseos son órdenes para mí, gatita hermosa.



  Ella cayó rendida sobre mí. Escondió su rostro en mi cuello y con sus manos calmo las marcas que sus uñas habían dejado sobre mi pecho.

—Ya no puedo más Peter —dijo agitada —Esto es demasiado, amor. Hace tres horas que estamos sin parar…

—Tú tienes la culpa. Me encanta verte disfrutarlo. Me enloquece que me pidas más. Así que no te quejes porque definitivamente tú eres la culpable —dije con voz ronca y acaricie su espalda.

  Su cuerpo aun estaba unido al mío. Levantó la cabeza y me besó dulcemente. Otra vez mi cuerpo se tensó y ella me sintió entre sus piernas.

—Peter, ¿otra vez? —preguntó alejándose de mi boca. Apreté los dientes.

—Muévete mi amor, por favor —le rogué agitado. Moví un poco mis caderas y ella jadeó levemente.

—No, Peter, no puedo —susurró agitada y se sentó. Gimió ahogadamente al sentirme más hondo.

—Uno más. Juro que será el último… lo juro—aseguré.

—Es como la cuarta vez que escucho eso, amor. Ya hemos hecho el kamasutra entero…

Cerró los ojos cuando la tomé de las caderas y la ayudé a moverse sobre mí de manera lenta.

—Solo hemos hecho la mitad —susurré.

  Su respiración se agitó y sus manos se apoyaron, otra vez, sobre mi pecho. Me senté y la abracé contra mí. Sus latidos se apoyaron suaves en los míos. Sus piernas rodearon mi cuerpo. Y su mano bajó caliente por mi espalda.

—Ahora comprendo por qué todas te quieren y desean, Peter —me dijo al oído. La abracé más contra mí.

—Pero yo no quiero, ni deseo a otra que no seas tú—le dije.

—Te amo —susurró.

  Me alejé un poco de ella para mirarla a la cara. Sus marrones ojos estaban húmedos. Sus mejillas enrojecidas.

  Con un simple movimiento giré y la atrapé bajo mi cuerpo. Gimió y susurró mi nombre. Busqué sus manos con las mías y las entrelacé para llevarlas sobre su cabeza.

  Comencé a moverme dentro de ella de manera lenta y profunda. Sus ojos se veían cada vez más cristalinos. Ella quería llorar. Entonces bajé mi cabeza hasta su rostro y suavemente acaricié sus labios.

—Te amo, Lali —le dije.

  Ella soltó un sollozo y soltó mis manos para abrazarme y pegar su boca a la mía. Me moví más rápido al sentirme desesperado. Y más rápido de lo que deseé ambos llegamos a un nuevo clímax, compartiendo algo mucho más profundo que el éxtasis.

  Me dejé caer sobre ella y su pequeño cuerpo me abrazó con fuerza. Me alejé para mirarla a la cara y varias lágrimas caían por sus mejillas. Las quité con mis labios.

—No llores, amor ¿Por qué lloras? —le pregunté. Ella sonrió y acarició mi rostro.

—Porque te amo, por eso —dijo y alzó su cabeza para besarme suavemente.

  Salí de ella y giré sobre la cama para quedar boca arriba. Tomé a Mariana y la coloqué sobre mi pecho. Nuestras respiraciones aun eran agitadas, pero no era solo por el esfuerzo de haberlo hecho una vez más, no. Era por la emoción de saber que me ama y yo a ella.

  Sonreí tontamente y besé la cabeza de mi chica. Ahora si puedo decir que es mía, solo mía.
Lali besó mi pecho y luego me miró a los ojos.

—Hermosa —le dije. Ella sonrió.

—Y tú, precioso, hermoso, bonito, lindo. Y todo lo que se te pueda ocurrir.

—¿Te das cuenta de lo qué me has hecho? —le pregunté. Ella negó con la cabeza —Te amo y es lo más hermoso que me pasó en la vida.

—¿Te estás poniendo cursi mi amor? —preguntó entre divertida y enternecida —Me encanta que lo hagas —besó mis labios —Te amo.

—No más que yo…

—Mentira, yo más.

—¿Quieres qué te demuestre que soy yo quien te ama más? —pregunté.

—Si esa demostración implica hacerlo otra vez… no mi amor. Estoy exhausta, rendida, acabada. Yo no sé cómo voy a terminar si esto va a ser siempre así —dijo y se abrazó más a mí, escondiendo su rostro en mi cuello. Respiró profundamente y acarició mi piel con su nariz.

—¿Fuiste hoy a ver a tu madre? —le pregunté.

—Ajá, y como siempre me preguntó por ti —dijo.

—¿Y qué le dijiste? ¿Qué estamos juntos? ¿Qué me amas? ¿Qué no puedes vivir sin mí? ¿Qué ahora es mi suegra?

Ella rió divertida y alzó la cabeza para mirarme a los ojos.

—No, solo le dije que estabas bien.

—Que mala hija eres. Pero quédate tranquila. Mañana iremos juntos a verla. Y yo mismo le diré que ahora es mi suegra.

—Que yo sepa no he recibido ninguna propuesta de noviazgo para que ella sea tu suegra —dijo con algo de recelo.

La miré fijo a los ojos y sonreí. Acomodé mi garganta.

—Señorita Mariana Esposito, ¿Quisiera usted ser mi novia? —le pregunté. Una sonrisa del tamaño de una casa atravesó su rostro.

—Si, si quiero tontito —dijo y me besó efusivamente. Me alejé de sus labios y besé su nariz.

—Mañana podemos ir a almorzar con Gime, y de paso decirle. Es más puedes llamar a tu padre. Podríamos almorzar los cuatro.

Lali comenzó a reír como si le hubiese contado el mejor chiste del mundo.

—¿Mis padres almorzando juntos? —Dijo mientras calmaba su risa —Por dios, mi amor. Estás loco. Se matarían.

—Vamos, no creo que sea tan malo —le dije.

—No lo sé, no estoy segura —dijo ya más seria —Pero si saben que el otro va, ni locos van.

—Bueno, puedes mentirles. No les diga que va el otro y nos encontramos allí. No será tan malo. Tengo un presentimiento de eso…

—Está bien, lo haré —musitó.

Se volvió a apoyar en mí y comencé a acariciar su espalda. La abracé un poco más.

—Gracias, amor —susurré.

—¿Por qué? —preguntó con la voz ya adormilada.

—Por todo lo que me has dado, cariño.

—No mi amor, gracias a ti.

—Te amo —musité.

—Y yo a ti, mucho.


  Me desperté al sentir una lluvia de besos sobre mi rostro. Iban desde mi frente hasta mis labios. Y caían con especial énfasis allí.

—Mmm… que rico sabe eso que me estás dando —dije con voz ronca.

—Es amor, amor —dijo ella —Arriba dormilón.

—¿Qué hora es? —pregunté mientras estiraba mis brazos para agarrar a Lali. Ya que aun no había abierto mis ojos. Ella tomó una de mis manos con la suya, y la acarició.

—Las 11 de la mañana —respondió y besó mi palma.

—¿Por qué me estas despertando a esta hora?—reproché.

  Ella volvió a besar mi rostro hasta mi boca. Abrí los ojos y la miré. Es la imagen más hermosa que vi en mi vida. Lentamente me incorporé para sentarme. Me apoyé contra el respaldo de la cama y la miré de arriba a abajo.

—¿Qué? —dijo ella.

—¿Tienes puesta una camisa mía? —pregunté.

  Ella sonrió coqueta y se puso de pie. Solo llevaba puesta una de mis camisas abrochada hasta la mitad de su pecho. Totalmente provocadora y descarada.

—Sí, es tuya —confirmó —Me desperté hace una hora y no tenía ganas de ponerme mi ropa. 
Comencé a revisar la tuya, y esta es la camisa que tenías puesta el día de la fiesta que nos encontramos. Por dios, estabas taaaan partible ese día.

—Ven aquí —dije y la tomé del brazo. Riéndose tontamente se acercó más y la acomodé entre mis brazos —¿Por qué no me dejaste besarte esa noche? Dios sabe lo mucho que quería hacerlo… estabas tan irresistible.

—Te detestaba —aseguró —Me caías mal. En especial con tu aire de galán matador. Pero eras demasiado pegado a ti.

—¿Qué fue lo que te llevó a no odiarme? —pregunté.

—No sé si la palabra correcta es odio. Pero me chocabas en algunos momentos. En otros la pasaba bien contigo. Y a veces simplemente me sacabas de mis casillas. Pero no pude evitarlo. De apoco te metiste en mí y ahora te amo… así egocéntrico y todo.

—¿Cuánto me amas?

—Mucho, mucho —susurró y levantó su cabeza para besarme cortamente.

—¿Tina no ha llegado? —le pregunté.

—Llamo hace un rato. Se sorprendió de que yo la haya atendido y le conté que somos novios.

—¿Qué dijo? —dije divertido al imaginarme la expresión de mi nana.

—Que era un milagro de dios y que eso había que festejarlo —me contó soltando una leve risa.

—Já, ya la imagino.

—Y dijo que hoy no vendrá porque otra vez Brutus se tragó una moneda.

—Ese perro es taaaan tonto —aseguré y la acomodé mejor entre mis brazos.

—Pero le dije que la quiero ver y le prometí que mañana en la tarde vendría a visitarla.

—¿Y quién te dijo a ti que esta noche estarías lejos de mí? —le pregunté.

—Oh, ¿Acaso no piensas dejarme un rato? —preguntó.

—Por nada del mundo —dije con una gran sonrisa. La besé.

—¿Sabes que tengo ganas de hacer? —dijo.

—No, ¿Qué? —pregunté.

—Quiero bañarme – fruncí el ceño.

—Bueno, ahí tengo un par de toallas limpias, mi amor. Puedes bañarte —dije.

Ella sonrió y luego mordió su labio inferior.

—Sí, pero quiero bañarme contigo —susurró.

  La miré fijo por unos cuantos segundos sin decir nada. Con un movimiento del que ni yo mismo fui consciente me puse de pie con ella entre mis brazos. Soltó un grito divertido y se echó a reír.

—Lo que me acabas de decir, es cierto ¿verdad?—pregunté.

—Ajá —asintió divertida

—Como me puedes, por dios —dije y salí del cuarto para entrar al baño. Ella reía y pataleaba. La puerta se cerró detrás de nosotros—Acabas de cometer un gran error al permitirme esto, cariño.

—¿Por qué? —Preguntó, mientras arqueaba una ceja y comenzaba a desabrochar los botones de su camisa —Yo no le veo nada de malo a bañarme con mi novio. ¿Tú sí?

—El problema no es el baño… sino lo que va a pasar en el —le dije y miré el movimiento que hacían sus dedos al desabrochar los botones. Su simpática risa llegó a mis oídos, para hacerme reaccionar y mirarla a la cara.

—Será solo un simple baño, Lanzani —aseguró.


Lali salió primera del baño, soltando unas cuantas malas palabras.

—¡Peter, voy a matarte! —la escuché quejarse desde el cuarto —¡Ahora dime como voy a hacer para tapar estas marcas que me dejaste en el cuello!

—¡Es tu problema, amor! —le grité mientras terminaba de enjuagarme la cabeza —¡Tú dime como voy a hacer para quitarme las marcas de tus uñas!

—¡Pero eso no está visible, tonto! —Chilló —¡Lo tapas con la remera y listo! ¡Yo tengo un chupón gigante en el cuello y encima del pecho! ¿Qué le voy a decir a mi madre cuando pregunte de que son?

—¡Ella va a saber entender mi amor, deja de quejarte! —le pedí y apagué la ducha.

  Tomé la toalla y me sequé el cabello para luego envolver mi cintura con ella. Salí del baño y entré a la habitación. Lali ya casi se había terminado de cambiar.

—Eres una bestia —me dijo sin mirarme.

Sonreí y me acerqué a ella para abrazarla por la espalda. Quiso alejarse pero no la dejé.

—Te dije que no sería un simple baño —le susurré al oído —Pero no vas a decirme que no te encantó —giró para mirarme de frente. Mordió su labio y se puso en puntas de pie para rozar los míos.

—Si, me encantó —musitó y se alejó antes de que yo la besara.

  Riéndose salió de la habitación y me dejó con las ganas de otro beso. Me cambie lo más rápido que pude y salí en busca de ella. La busqué y cuando la divisé me acerqué rápidamente para besarla. Ella rió sobre mi boca, llenándome de alegría. El timbre de casa sonó. Me alejé despacio de los labios de Lali y miré hacia la puerta.

—¿Quién será? —pregunté.

—¿Esperabas a alguien? —dijo Lali alejándose.

—No, para nada —aseguré y me acerqué a la puerta. Girando la manija abrí la puerta y me quedé quieto mirándolo. Él miró sobre mi hombro a Lali. Una sonrisa se dibujó en él.

—Buen día hijo, espero no haber interrumpido nada.


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