Todos reímos y Ben alzó en brazos a Hoope.
Mi celular comenzó a sonar, lo miré y me alejé de
ellos para contestar. La llamada aparecía como privada.
— ¿Hola? — atendí.
— Sé perfectamente en dónde estás metido, y tienes
exactamente dos horas para estar en mi casa. Y te quiero solo… deja a tu
‘acompañante’ en donde se te plazca, pero no vengas con ella. ¿Entendiste? — me
dijo.
Me tensé al instante de escuchar su maldita voz.
¿Cómo demonios se había enterado de que yo estaba aquí? ¿Acaso el infeliz
estaba siguiéndome o algo por el estilo?
— Mal nacido — musité.
— Y más te vale que me hagas caso o ya verás — dijo
y colgó.
Apreté con fuerza el celular que estaba mi mano.
Cerré los ojos y traté de estar calmado, pero se me estaba haciendo imposible.
Sentí una suave mano apoyarse en mi hombro, me giré a verla, y era ella, Lali.
— ¿Qué sucede? — me preguntó preocupada. Solté un
suspiro y acaricie su mejilla.
— Debemos irnos — dije y bajé mi mano para
acariciar sus labios.
— ¿Por qué? — dijo confundida.
— No puedo explicártelo ahora, solo sé que debemos
irnos, cariño — me acerqué a ella y la besé cortamente.
Volvimos los pasos hacia donde estaban mi madre y
Ben. Ambos me miraron con cara de preocupación.
— Lo siento, mamá, pero tenemos que irnos — le
dije. Ella se acercó a mí y me acarició el rostro.
— Tu padre, ¿verdad? — susurró por lo bajo. La miré
fijo a los ojos.
— Él sabe donde estoy — le contesté. Ella sonrió
levemente, se acercó más a mí y me abrazó.
— Él ya no puede hacerme nada, Peter… que sus
tontas amenazas ya no te controlen, cualquier cosa que él te diga es mentira.
Mariano perdió control sobre mí hace exactamente un año — me calmó ella y con
cuidado la alejé de mí para mirarla a los ojos.
— Entonces ¿ya no… no hay peligro? — preguntó con
algo de duda.
— No, ya no hay peligro. Pero sé como es, así que
ve… y hazle saber que ya no le tienes miedo, pero por favor no pierdas el
control, Peter, es tu padre — me pidió.
Asentí y besó mi mejilla, para luego alejarse
completamente.
— Más tarde, cuando todo este arreglado voy a
llamarte — le dije a mi madre.
— Esperaré ese llamado ansiosamente, hijo — dijo
ella.
Los tres nos acompañaron hasta la puerta. Hoope no
tenía esa sonrisa que tenía cuando llegamos.
— ¿Qué pasa, enana? — le pregunté agachándome hasta
quedar a su altura.
— Yo no quiero que se vayan — me dijo sin dejar de
mirar al suelo. Levanté su rostro con una mano e hice que me mirara.
— Prometo que nos veremos otra vez. Eres mi
hermanita y prometo que voy a cumplir bien mi rol de hermano mayor – le dije.
Ella me sonrió y luego miró a Lali. — Tú también cumplirás bien tu rol de
cuñada ¿verdad? — le dijo. Lali la miró asombrada.
— ¿Qué es eso de rol de cuñada, Esperanza? — la
regañó mi madre —¿De dónde has sacado eso?
— Lo vi en una telenovela, en casa de la abuela
Diane — se defendió ella. Todos reímos divertidos y salimos fuera de la casa.
Caminamos hasta el auto de Lali y nos giramos a verlos.
— Prometo, mamá, que esto pronto va a acabar — le
dije. Ella me sonrió.
— Lo sé, mi amor, cuídense. Adiós, Lali, y gracias
por traerme de nuevo a mi bebé — le dijo a la morocha. Ésta sonrió.
— Gracias a usted, por haberlo traído al mundo — le
dijo ella, entonces la miré algo sorprendido. Ella me miró y al instante se dio
cuenta de que eso le salió sin permiso de la boca, se sonrojó de sobremanera y
apartó la vista de mí.
— Adiós, muchachos — nos dijo Ben. Me acerqué a él
y lo abracé.
— Por favor, cuídalas — le susurré.
— Tranquilo, las cuidaré. Tú cuídate y cuida a
Lali, es una muchacha increíble — me dijo al oído. Asentí y me alejé de él.
— Adiós — se despidió Lali de todos antes de
subirse al auto. Miré una última vez a mi hermana y a mi madre y sonreí. La
pequeña Hoope agitó su mano y eso me lleno de alegría.
— Cuídate, enana, y no comas muchos dulces… te van
a hacer mal — le dije.
— Está bien, hermanito — me dijo sonriente.
— “Hermanito” — susurré divertido y me subí al
auto.
Lali arrancó y comenzamos a andar. Giré mi cabeza
para ver como sus pequeñas figuras volvían a entrar a la casa. Soltando un leve
suspiró volví mi vista al frente. Miré a Lali y ella aun seguía sonrojada.
Sonreí.
— Así que… le estas agradecida porque me trajo a
este mundo — dije en tono divertido. Ella se sonrojó más aun.
— Bueno… sí, porque si no lo hubiese hecho…
— No te hubiese conocido, no me hubieses
conocido…no sería completa y tontamente feliz en este momento — le dije.
Ella me miró y detuvo el auto. La miré extrañado,
entonces se acercó a mí y me besó desesperadamente. Gruñí por lo bajo ante aquella
excitante manera de besar. Giré hacia ella y la tomé de la cintura, para con un
simple movimiento subirla sobre mí.
— No, Peter… — susurró agitada sobre mi boca.
— Cállate — le dije y volví a reclamar sus labios.
Mis manos se volvieron un poco traviesas y se
metieron debajo de su remera, para acariciar su suave piel. Gimió levemente,
haciéndome saber que deseaba eso tanto como yo.
— No, no, estamos en un auto, Peter… ya para…
no…espera… diablos.
Hice oídos sordos a sus peticiones y la tomé de las
caderas para acercarla más a mí. El dolor que se había producido en mi ingle,
fue provocado por ella. Entonces lo iba a pagar, dándome lo que yo quería en
este auto, si es preciso.
Tomó mi rostro con sus manos y logró alejarme de su
boca. Me miró fijamente a los ojos. Sonreí mostrándole una agitada sonrisa.
— ¿Por qué no me escuchas? — me preguntó.
— ¿Por qué no me besas? — le pregunté.
Levanté mi mano y la tomé de la nuca para acercarla
rápidamente a mí. Al parecer toda su cordura saltó del auto, porque sus manos
pasaron a mi nuca y me acercaron más a ella. Coloqué mis brazos alrededor de su
cintura, abrazándola más a mí. Cómo necesitaba estar cerca de ella, cómo me
gustaba estar así de cerca.
Un celular comenzó a sonar, ella se alejó agitada
de mí e intentó volver al asiento de al lado, pero la detuve y la volví a
besar. El celular dejó de sonar, pero al instante comenzó a hacerlo de nuevo.
Ella se volvió a alejar y, esta vez, se escapó de mí. De manera agitada se
sentó de nuevo en su asiento. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi celular,
era Ben.
— ¿Ben? — dije extrañado al atender.
— Oye, ¿están bien? — me preguntó.
— Sí, ¿Por qué? — le dije.
— Porque el auto está detenido ahí Justo en la
salida, pensamos que se les había quedado o algo, ¿necesitan ayuda? — dijo. No
pude reprimir una risa, y miré a Lali.
— No, Ben, tranquilo, estamos bien. Ya nos vamos,
sólo nos detuvimos unos segundos porque… — miré a Lali y ésta me miró para
luego ponerse roja — Porque estábamos viendo a dónde ir ahora.
— Bueno, entonces no pasó nada — dijo Ben con tono
divertido — Tu madre dice que por favor, cuando termines de hablar con Mariano,
la llames.
— Dile que lo haré sin falta — dije y luego colgué.
Lali colocó sus manos sobre el volante y comenzó a
manejar de nuevo. Sonreí sin que me viera, y luego dirigí mi mirada a ella.
— ¿En donde nos habíamos quedado, cariño? — le
pregunté y estiré uno de mis brazos para tocarla, ella al instante se salió.
— No me toques, pervertido — dijo sin dejar de
mirar al frente.
— ¿Pervertido yo? — dije.
— Sí, el más pervertido del mundo. ¿Cómo… cómo se
te ocurre hacerme una cosa así?
— Discúlpame por ser un pervertido, pero en este
caso la culpa la tienes tú, ¿Quién diablos te mandó a ser tan deseable?
Ella sonrió por lo bajo, pero aun así no me miró.
Guardé silencio, mientras que nos íbamos alejando más de aquel campo y salíamos
por la ruta para llegar a la cuidad.
— ¿Por qué tuvimos que volver? — me preguntó. La
miré y solté un suspiro.
— Mi padre… sabe donde estoy. Entonces ahora voy a
ir a decirle que todo se terminó y que sus amenazas se las puede meter en donde
no le da el sol — dije bastante contento por aquella idea.
— Voy contigo — afirmó.
— No, cariño — le dije y me miró — Fue muy claro
conmigo cuando me dijo que fuera solo.
— Peter, eres demasiado impulsivo a veces… tal vez
te descontroles y… a pesar de todo es tu padre — me dijo con preocupación.
— Tranquila, cariño — susurré y tomé una de sus manos,
haciendo que me mirara — No voy a hacerle nada al infeliz.
— ¿Me lo prometes?
— Te lo prometo — le dije y besé la palma de su
mano.
Más rápido de lo que esperé Lali se detuvo frente a
la gran mansión de Mariano Lanzani.
Solté un suspiró y la miré.
— ¿Estas seguro de que no quieres que me quede
contigo? — me preguntó. Sonreí por lo bajo.
— Cariño, todo va a estar bien — le dije. Suspiró y
me miró a los ojos.
— Está bien, te dejo aquí. Yo tengo que ir a ver a
Gimena y luego a mi padre… sino después se ponen insoportables — dijo. Acaricié
su mejilla.
— Ve tranquila, saluda a Gime de mi parte… y dile
que tal vez considere el volver a trabajar los sábados — dije divertido. Ella
me miró desaprobatoriamente — ¿Qué? ¿Acaso no te gustaría?
— No, no me gustaría — dijo. La miré sorprendido.
— ¿Por qué? — dije.
— Porque no quiero verte babeando por las flacuchas
esas que tiene mi madre como modelos —dijo celosa.
— Por la única que he estado babeando últimamente
es por ti, cariño — me acerqué a ella y la besé despacio para luego alejarme —A
la noche te llamo… quizás podemos salir a comer algo o al cine y luego…
— Y luego nada — me interrumpió.
— Pero mañana no tenemos Universidad — dije al
instante.
— No me importa… ¿tú crees que a mí me gusta estar
así todo el tiempo? — preguntó. La miré fijo, y asentí levemente con la cabeza—
Ya bájate… y, por favor, no hagas locuras, Peter, prométeme que no vas a
ponerte loco.
— Juro, cariño, que no voy a hacer nada malo — le
dije. Ella sonrió y me besó cortamente — No, uno así de cortito no, ¿Sabes
cuantas horas estaremos alejados? Yo necesito un beso más largo para no
desesperarme…
Mordió su labio y se acercó de nuevo a mí. Su boca
se movió suave sobre la mía, mandando sensaciones que nunca había sentido sobre
mi cuerpo. Se alejó despacio pero se mantuvo cerca.
— Ahora sí, ya puedes irte — susurró.
— Te juro que no tengo ganas de hacerlo — le
confesé. Sonrió y se alejó completamente de mí.
— Vamos, cariño, ve, tu padre te está esperando —me
dijo.
— Esta bien, adiós — la besé otra vez y me bajé del
auto.
Cerré la puerta y la miré. Me sonrió de manera
dulce y luego arrancó para dejarme allí parado mirando cómo se alejaba.
Solté un suspiro y giré para enfrentar la casa de
Mariano Lanzani… Aquel hombre que era mi padre, aquel hombre que me dio la
vida, pero al mismo tiempo aquel hombre que hizo de la mitad de mi vida un
infierno. No solo la mía, sino que la de mi madre también. Ese hombre que solo
podía tener odio de mi parte, vergüenza, decepción. Yo no podía sentir otras cosas
por él, nada de nada. Respirando profundamente comencé a caminar hacia la
puerta, toqué el timbre y esperé a que alguien me abriera.
— Buenos días, niño Peter — me saludó Berta cuando
abrió la puerta. Ella era la encargada de limpiar la mansión.
— ¿Qué tal, Bert? — le dije y besé su mejilla.
— Bien, niño — me dijo y me miró con algo de
preocupación — Su padre lo espera en el despacho…
— Gracias — dije y entré del todo para empezar a
caminar hasta el despacho. Hacía ya tres años que había dejado esta casa, nunca
me había gustado vivir aquí. Por el simple hecho de que siempre me recordaba el
sufrimiento de mamá. Me acerqué a la puerta del despacho…
— Pasa — escuché su voz.
Abrí y él estaba sentado en aquella inmaculada
silla. Su mirada estaba fija en unos cuantos papeles que tenía en las manos.
Levantó su vista hacia mí y una sonrisa hipócrita se dibujó en su rostro.
— Me alegro que hayas venido, hijo… por el bien de
los quieres.
Te odio mariano!!!! Que linda que es Lali, jajajaja y Peter que no se puede aguantar las ganas!!!!!
ResponderEliminar@ROCHI16TA