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domingo, 29 de septiembre de 2013

CAPITULO 72

Holaaaa!!! Aqui vengo con un nuevo capitulo :) Gracias por los comentarios, se agradece :):) Mas tarde puede que suba otro pero no lo prometo... Besos

—Por dios, es una locura. Se estaban mirando con cara de idiotas —aseguró. Reí divertido.

—Te dije que iba a ser un buen Cupido…


—No, no creo que ellos… —dejó de hablar y me miró—¡Que horror!



  Llegamos a mi departamento y ella se acercó a la heladera. La abrió y sacó el agua mineral. La miré algo extrañado.

—¿Qué sucede, cariño? —le pregunté. Ella me miró.

—Me siento extraña —dijo. Algo preocupado me acerqué a ella —Lo que pasa es que… casi toda mi vida he visto a mis padres enfrentados. Y ahora fue muy extraño verlos de esa manera.

—¿Por qué… se separaron? —le pregunté. Ella soltó un suspiro. Me miró y levantó su mano para acomodar un poco mi cabello.

—Sinceramente creo que nunca supe la verdadera razón de todo. Pero por lo que yo veía en esos tiempos, todo fue culpa de la rutina. Mi padre llegaba siempre a altas horas de la noche de la oficina. Mi madre se la pasaba de viaje en viaje buscando nuevas modelos y esa clase de cosas. Un día empezaron a discutir mi madre le echó en cara la falta de atención hacia ella y hacia mí. Mi padre simplemente le dijo que no la amaba más y todo se fue al tacho.

—¿Tú estabas presente en esa discusión? —le dije. Ella asintió.

—Pero escondida debajo de la mesa… como toda niña entrometida.

—¿Y ahora te sientes mal por que están juntos?—pregunté. Ella sonrió.

—No creo que estén juntos. Lo más probable es que se estén matando… quizás ya cada uno se haya ido por su lado. Pero ya no pensemos en eso. Tengo sueño —me dijo.

Me acerqué más a ella y la alcé en brazos. Ella soltó una leve risa.

—Vamos a dormir nuestra primera siesta romántica —le dije.

—Y no va a implicar nada de eso que estas pensando—me aseguró.

—Oye, no todo en mí es querer hacerte el amor —dije y la miré —Bueno en realidad sí. Pero aunque no lo creas yo también quiero dormir.

Ella sonrió y mordió su labio inferior.

—Bueno, entonces vamos a dormir juntitos, muy juntitos —susurró y rozó mis labios.

—Así me haces casi imposible querer solo dormir —le aseguré.

  Soltó una divertida carcajada y entre al cuarto sin bajarla al suelo. La apoyé en la cama y me acerqué a la ventana para bajar las persianas y que la luz de la tarde no nos molestara. Giré para mirarla y ella se estaba quitando el pantalón.

—¿Qué haces? —le pregunté. Me miró y alzó ambas cejas.

—Me estoy sacando la ropa para dormir. No pienso dormir con esta ropa incomoda. Solo voy a quedarme con la remera. Además ¿Qué tiene de malo?

—No, nada. Pero eres una tentación.

—Por dios, Peter —dijo divertida.

—Entonces, ¿yo también puedo dormir en bóxer?

Ella me miró a los ojos y una sonrisa picara se curvó en sus labios.

—Si puedes.

  Ella terminó de acomodarse y se acostó en la cama. Me quité la molesta ropa y me acosté a su lado. La abracé contra mi cuerpo y besé su frente.

—¿A que hora nos despertaremos? —le pregunté.

—A la hora que sea —dijo y se abrazó más a mí. Besó mi pecho y luego levantó la mirada para encontrarse con la mía —Pero eso sí, cuando nos despertemos yo iré a mi casa para ordenar un poco mis cosas y cambiarme de ropa.

—¿Me dejaras?

—Solo por unas horas —me aseguró.

—Pero ¿A quién voy a abrazar esta noche? —le pregunté.

—A nadie —susurró —Pero vas a estar pensando en mí…y quizás te llame por teléfono para hablarte antes de dormir.

—O quizás yo aparezca por tu casa y no haga falta dormir sola.

  Sonrió y se acercó a mi boca para besarme. La acerqué un poco más a mí y aquella tonta necesidad de no soltarla nunca me atrapó.

—¿Sabes que nunca pensé que terminaríamos así? —me dijo alejándose apenas de mí.

—¿No? —le dije y acomodé un poco su cabello —Pues yo sí.

—No te creo.

—De verdad —la besé cortamente —Siempre supe que te morirías por mí en algún momento.

  Ella rió y se volvió a apoyar contra mí. Colocó sus finas piernas entre las mías. Sus manos fueron hasta mi espalda y me acarició tiernamente.

—Te amo —me dijo. Sonreí y cerré mis ojos.

—No más que yo a ti.

  Llegué un poco agitado a la Universidad ya que se me había hecho realmente tarde. El lunes llegó, ¿pueden creerlo? Lo que quedaba del fin de semana se me pasó volando junto a Lali. El domingo decidimos ir de picnic con Tina. ¿Leen eso? ¡Picnic! Nunca en mi vida pensé que iría de picnic tras los pasos de una mujer que me trae completamente loco.

  Por lo que vi Lali ya había llegado, porque que su auto estaba en el estacionamiento. Ayer por la noche fuimos brutalmente separados por nuestros amigos. Ella se fue a su casa con Rochi Euge, mientras que yo me quede, literalmente llorando, con Gastón y Nicolás.

—No puedes estar tan llorón, Lanzani. Has estado con Lali las 24 horas del día —me había dicho Nicolás.

—Pero yo la extraño —me quejé.

—Definitivamente este no es el Peter que nosotros conocíamos —aseguró Gastón.

  Reí y salí de mis pensamientos. Entré al salón y para mi desgracia el profesor ya estaba allí. Me miró bien y solo me limité a disculparme. Miré hacia la gente y la busqué con la mirada. Y allí estaba ella sentada casi al final de la segunda fila. Y ¿adivinen qué? El único lugar libre que queda es a su lado. Con cuidado me acerqué y sin decir nada me senté.

  Ella me miró y yo la miré a ella. Sonrió y despacio se acercó a besar mi mejilla. Cuando se alejó la miré con reproche.

—Eso no es lo que yo quería —le dije. Ella rió por lo bajo y miró al frente.

—Estamos en clase, Lanzani —me dijo.

—Oh, ¿ahora soy Lanzani, verdad? —dije con cierta indignación.

—Claro que eres Lanzani, tonto —susurró.

—Pues no me parece correcto.

—¿Qué cosa? —me preguntó mientras me miraba de nuevo.

—Que te hagas la tonta, la que no somos nada aquí.

—Pero si yo no me estoy haciendo la tonta. Solo que no quiero que por tu culpa me castiguen.

—Nadie va a castigarte.

—Lanzani, ¿quiere decirnos la respuesta? —me preguntó el profesor de filosofía.

Me giré a verlo. Y toda la clase me miraba, esperando a que dijera algo.

—No la se —le dije.

—Perfecto. Entonces ¿puede hacerme el favor de dejar de hablar con su compañera? —miró a Lali y ella asintió.

—Si —dije. El profesor volvió a hablar y a escribir—Quiero mi beso.

—No Peter, ahora no —musitó ella.

—Ahora Mariana Esposito.

Me miró fijo, tratando de intimidarme. Sonreí y me acerqué un poco más a ella.

—Cuando digo que no, es no —susurró.

—Pero cuando yo digo que sí, es si —le aseguré.

—Perfecto, me cansaron —lo escuchamos hablar. Ambos nos giramos a verlo – Los dos se van de mi clase.

—Pero... —dijo ella.

—Pero nada Esposito. Junten sus cositas y salgan a cuchichear afuera —sentenció él.

  Lali se puso de pie y juntó sus cosas. Yo copie su acción. Ambos salimos del salón. Y cuando la puerta se cerró detrás de nosotros ella se giró a verme.

—¡Eres un tonto! —me dijo enojada.

—Oye, oye, oye —la calmé y la tomé del brazo para acercarla a mí —Fue tu culpa, tú no 
quisiste darme mi beso.

—¿Es que acaso no podías esperar? —Preguntó algo nerviosa —Por tu culpa me voy a perder una clase más. Así no sé si llegaré a recibirme alguna vez.

  La acerqué más a mí, abrazándola por la cintura. Ella colocó sus manos sobre mi pecho para poner una distancia entre nosotros.

—Solo necesito mi beso ¿sí? —le dije. Ella me miró fijo y dejó de hacer presión con sus manos sobre mí. Entonces la distancia comenzó a desvanecerse. Me acerqué más a ella y al fin obtuve lo que tanto quería. Su boca comenzó a responderle dulce a la mía y eso me hizo saber que realmente me estoy volviendo un tonto.

—¿Qué significa esto? —preguntó. Ella se alejó de mí y lo miramos.

—Pablo—dijo algo nerviosa. Uuu, esto se me va a poner muy bueno.


sábado, 28 de septiembre de 2013

CAPITULO 71

Holaaa!!!Gracias Rochi e Ickzzy por vuestros comentarios, me encantaron!! Sofi me alegro de volver a leerte hacia tiempo que no comentabas nada :):) Y Pipu me ha hecho mucha gracia tu comentario pero tengo q aclarar q esta novela NO la he escrito yo, es una adaptacion. Ya me gustaria a mi escribir asi... jajaj. Bueno q me lio, simplemente gracias por los comentarios!!! Mañana mas y (mucho) mejor. Besos.

—¿Qué haces tú aquí?

—¿Qué haces tú aquí?


  Nos alejamos y los miramos uno frente al otro con la mesa de por medio. Y el momento del encuentro ya llegó. Que dios nos ayude.


  Ambos echaban chispas por los ojos… y juro por dios que podía ver con perfecta claridad como cada uno comenzaba a preparar sus armas para en cualquier momento lanzar el primer tiro. Ambos miraron a Lali. Ella se tensó.

—Yo… —intentó hablar ella.

—¿Qué hace él aquí? —le preguntó Gimena.

—No no no, la pregunta es ¿Qué hace ella aquí? —le habló Nico.

—Mi hija me invitó a almorzar —le respondió Gimena con un notorio tono de orgullo.

—Pues te cuento que a mí también —le aseguró él.

—Ella me llamó primero a mí —le dijo. Nico  soltó una leve carcajada.

—Que infantil eres, por dios. ¿Cuándo será el día en que dejes de comportarte como una niña?

—El día en que tú dejes de ser un idiota…

—Loca, siempre estuviste loca. No sé cómo diablos tuve cabeza para casarme contigo.

—Simplemente porque fui la única estúpida que te dio la hora en tu vida.

—No pienso almorzar con esta mujer —sentenció Nico.

—Y tampoco con este tipejo —dijo Gimena.

—Bien que todavía usas mi apellido…

—Solo lo hago para saber lo ridícula que me veo con él…

—Eso no es cierto, mentirosa.

—Sí que es cierto, embustero, mal marido, mal padre, mal…

— ¡Ya basta! —Lali elevó su voz, haciendo que todos en el restaurante se giraran a verla. Nico  y Gimena la miraron bien — ¡Los dos se sientan y almuerzan conmigo y con Peter como personas civilizadas!

Sin decir nada se sentaron en sus respectivas sillas. Nadie dijo nada…

El mozo llegó con el champaña, sirvió un poco para cada uno. Y se fue.

—Y ahora cada uno va a agarrar la carta y va a pedir lo que le gusta —dijo mi novia.

  Como dos robots tomaron la carta y comenzaron a leer. Miré a Lali y ella sonrió con orgullo de sí misma.

—Te amo —le dije sin voz. Su mirada tierna me cautivó aun más.

—Yo también —leí sus labios —Bueno —le habló a sus padres. Gimena y Nico  la miraron —Los reuní aquí con el fin de tener un almuerzo con mis padres y presentarles oficialmente a Peter como mi pareja.

—Y me alegro mucho de ello —dijo mi suegra sin dejar de sonreír.

  Su sonrisa se esfumó cuando miró a Nico. ¿Por qué se odian tanto por dios? Háganme acordar que debo preguntarle eso a Lali luego.

—Yo también estoy contento por ustedes —dijo Nico  y sacó su mirada de Gimena —En especial porque estoy haciendo negocios con tu padre, Peter.

Me tensé al escuchar aquello. Miré a Lali y ella negó levemente con la cabeza.

—Que bueno —dije por lo bajo.

—¿Y… hace cuanto tiempo que están saliendo?—preguntó Gimena mientras tomaba un sorbo de champaña. Nico  también comenzó a tomar.

—Ayer formalizamos. Pero venimos dando vueltas hace bastante —le dije.

—Siempre supe que ustedes tendrían algo —dijo Gime contenta —Desde el día en que llegaron juntos a mi oficina.

—¿Recuerdas ese día? —le pregunté divertido a Lali.

—Como si pudiera olvidarlo —dijo ella.

  Todos reímos. Y sentí como aquella tensión de hace unos momentos comenzaba a disminuir. 

Nico  miró a Gimena y esta le sostuvo la mirada.

—¿Y… como marcha todo en la oficina? —le preguntó.

  Ella se sorprendió un poco de que le preguntara aquello. Pudimos notarlo cuando sus cejas se elevaron un poco.

—Bien… todo marcha sobre ruedas. Esta semana han venido dos nuevas marcas —le respondió ella.

  Lali me miró y sonrió contenta. Aquello era un muy buen paso. Solo necesitaban algunos empujones más. Y la comunicación tal vez podría retomarse.

—El trabajo de la señora Esposito es excelente —le comenté a Nico. Él me miró y sonrió por lo bajo.

—Lo sé, siempre fue muy profesional en su trabajo—me comentó.

  Lali se acercó a Gimena y ambas comenzaron a revisar la carta del menú. Llené mi vaso de espumosa champaña y le serví otro poco a Nico.

—Lali… creo, que es muy parecida a su madre —le dije.

—Oh no, para nada —aseguró él —Son como el agua y el aceite. Gimena es una mujer demasiado quisquillosa y siempre encuentra algo para echarte en cara…

—Créame que su hija también es muy buena para echar cosas en cara —dije divertido. Él rió.

—Sí, pero Lali tiene un carácter que Gimena no puede controlar. Y debo decir que yo tampoco. Ellas son diferentes por eso chocan tanto a veces, pero a la vez pueden estar unidas como mejores amigas —dijo sin dejar de mirarlas.

—¿La extraña? —le pregunté. Él me miró. Una sonrisa llena de recuerdos se curvó en su rostro.

—Un poco —susurró.

—¿Y por qué no lo intenta? —dije. Él me miró más fijo aun. Quizás ya me estoy tomando demasiadas atribuciones.

—Imposible —dijo divertido y tomó más de su vaso.

—Quien le dice señor Esposito, todo puede pasar —le aseguré.

  El palmeó mi hombro y ambos reímos. Ellas fijaron sus miradas en nosotros y sentí un escalofrío que recorrió mi espalda.

—¿Podemos pedir ya? —preguntó Lali.

—Claro que si —dije y me alejé de Nico  para acercarme un poco más a ella. Lali también se acercó más hacia mi lado.

—¿Qué estas haciendo? —me preguntó por lo bajo.

—Solo hablo con tu padre, no estoy haciendo nada malo —le dije.

Ella respiró profundamente y luego sonrió.

—Esto no es tan malo como pensé —dijo. Con discreción, aprovechando que Nico  leía la carta y que Gimena estaba llamando al mazo, me acerqué a ella y le robe un pequeño beso.

—Yo te lo dije. Todo iba a salir bien.

  El mozo se acercó y los cuatro ordenamos algo distinto. Luego de unos cuantos minutos en los que mantuvimos una fluida conversación nuestro almuerzo llegó y comenzamos a comer.

  El champaña se acabó y Gimena encargó otra. Lali me miró algo confundida. Hice un gesto de ‘no saber’ con los hombros. Ellos comenzaron a tomar mientras hablaban como si fueran los mejores amigos del mundo. La botella se terminó y Lali y yo solo habíamos tomado una. Calculen un poco, eso no estaba bien. Nico  pidió otra botella.

—Y luego, cuando tenía 5 años obligó a su padre a tirarse en el suelo y llorar como un niño para darle de vuelta su billetera—contó Gimena sin dejar de reír. Ella y Nico  estaban bastante alegres.

—Siempre fue mi pequeño demonio —aseguró él calmando su risa.

  Lali los miró confundida. Ellos se estaban comportando de una manera muy extraña según ella. Pero creo que es muy normal…ellos aun se aman.

—¿Pueden dejar de tomar? Me parece que ya se pasaron de copas —les dijo ella. Ambos la miraron y volvieron a reír.

—Oh, mi Gimena ¿no te parece que papi y mami están un poco grandes como para que les digas sin deben tomar o no? —le preguntó Gimena.

—Bueno, bueno —dijo Lali restándole importancia—¿Quieren postre? —les preguntó.

Ellos dos se miraron fijo por unos cuantos segundos.

—Frutillas con crema —dijeron al unísono y volvieron a reír.

  Apreté mis labios para no reír también. Esto ya se estaba poniendo realmente muy divertido. 
Lali me miró y ella si rió. Le hice un gesto con la cabeza que apuntaba hacia la puerta. Ella asintió levemente y tomó su cartera.

—Mmmmm… ¿saben que? Peter y yo debemos irnos —dijo mientras se ponía de pie.

—Está bien, vayan —dijo Nico  sin dejar de mirar a Gimena.

—Luego me llamas, hija —le dijo Gimena sin dejar de mirar a Nico.

—Adiós —les dijimos a ambos y salimos de allí.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó ella.

—No lo sé —dije divertido.

—Por dios, es una locura. Se estaban mirando con cara de idiotas —aseguró. Reí divertido.

—Te dije que iba a ser un buen Cupido…

—No, no creo que ellos… —dejó de hablar y me miró—¡Que horror!


viernes, 27 de septiembre de 2013

CAPITULO 70

Holaaa!!! Bueno aqui dejo el capitulo 70 :) Woww no me he dado cuenta q vamos tantos capitulo :):) Quieren mas? Seguro que si :) Venga si hay 10 comentarios subo otro!!

—Peter, no creo que sea un buen momento —me dijo. Sonreí y negué con la cabeza.

—Claro que si es un buen momento, mi amor. Tus padres y nosotros vamos a ir a almorzar juntos. Algo me dice que al final vamos a sacar algo muy bueno de este día. Eso te lo puedo asegurar.


  Ella dejó de caminar y entonces me giré a verla. A leguas se notaba que estaba realmente nerviosa por todo este motivo.

—¿Qué pasa mi amor? —le pregunté.

—Creo… creo que no es buena idea, Peter. Mejor llamo a mi madre y le digo que no venga. O quizás llame a papá y le diga a él que no venga —dijo y tomó su celular.

—Oye, oye —la detuve y le quité el pequeño aparatito —Todo va a estar bien. Ellos dos son personas grandes, van a comportarse.

  Ella asintió y besé su frente. Volvimos a caminar y entramos al lujoso hotel para dirigirnos a la parte cómoda del restaurante. Un hombre calvo y de baja estatura se acercó a nosotros.

—Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarlos? —nos preguntó.

—Buenas tardes —lo saludó Lali —Tenemos una reservación a nombre de Mariana Esposito.

El hombre miró la agenda que tenía en su mano y asintió.

—Si señorita, la mesa ya esta lista. Por aquí.

  Comenzó a caminar y lo seguimos. Nos dio el paso para sentarnos en una adornada mesa con cuatro platos. Como todo un caballero le corrí la silla a mi novia y ella se sentó. El mozo se alejó inclinando levemente la cabeza. Vi como Lali miraba a su alrededor…

—Amor, tranquila —le dije. Me miró a los ojos.

—Cuando mis padres lleguen se va a desatar la tercera guerra mundial —aseguró.

—Quien sabe —dije y acaricie su mejilla —Quizás sea hora de la paz mundial.

—¡No saben lo contenta que me puse cuando supe que íbamos a almorzar los tres juntos! —escuchamos su aguda voz. Ambos nos giramos a verla. Me puse de pie y ella se acercó a abrazarme —Eres un desconsiderado. No fuiste a visitarme como lo prometiste.

—Lo siento —le dije y me alejé de ella —Pero las cosas no estaban bien en esos tiempos.

Ella miró a Lali y luego volvió a mirarme.

—¿Acaso ella te prohibió que me vieras? —me preguntó.

—No, no —dije divertido. Lali se puso de pie.

—¿Puedes hacerme el favor de saludar a tu hija como corresponde? —le dijo. Gimena sonrió y se acercó a ella para abrazarla y besar su rostro.

—Eres tan celosa —aseguró alejándose de ella.

—No son celos —cuestionó ella —Solo me molesta que siempre estés a favor de los demás.  De cualquier extraño, menos de mí.

—Eso no es verdad —le dijo su madre mientras se sacaba el abrigo y todos tomábamos asiento. Gimena miró bien la mesa y frunció el ceño —¿Por qué hay cuatro platos? Somos solo tres personas.

—Mmm, lo que pasa es que…

—Se confundieron —interrumpí a Lali, que soltó un leve suspiro.

—Voy a pedir que lo quiten —dijo Gime se puso de pie.

—¡No! —dijo Lali elevando un poco más la voz. Gimena la miró extrañada —No, no digas nada. La mesa se ve bien así… con cuatro platos.

Gimena volvió a sentarse y pícaramente miró nuestra cercanía.

—¿Hay algo que deban decirme? —nos preguntó. Miré a Lali y sonreí.

—Gime, luego de hacerme sufrir como un idiota y casi enloquecerme por completo tu hija ha aceptado que me ama —le conté. Su boca se abrió del asombro y miró a Lali con los ojos bien abiertos.

—En realidad no fue tan así —dijo Lali mirándome con reproche —Lo que está queriendo decirte es que…

—Eres mi suegra —le dije y la miré.

—¡Aaay, no saben lo feliz que me ponen! —Dijo contenta —Eso quiere decir que son novios, ¿verdad?

—Si —dijo Lali por lo bajo.

—¡Esto hay que festejarlo a lo grande! Llamen al mozo y pidan una champaña que yo voy al baño un segundo —se puso de pie y vimos como desaparecía por una puerta.

Lali volvió su vista a mí y noté su inconfundible enojo.

—¿Qué sucede? —le pregunté.

—¿No te parece que se lo has dicho muy rápido y de una manera muy poco apropiada? —dijo.

Sonreí y me acerqué más a ella para besar cortamente sus labios.

—Todo está perfecto, amor. Ella lo tomó como yo lo esperé. Pero quédate tranquila, que con tu padre seré de otra manera…

—Hija —ambos lo escuchamos y nos giramos a verlo. Nos pusimos de pie y él se acercó a Lali para abrazarla.

—Hola papá —le dijo cuando se alejó de él y miró hacia la puerta del baño.

Aun Gime no salía. Nico me miró y sonrió.

—Es un gusto volver a verte, Peter —me dijo y tendió su mano hacia mí. La tomé.

—Lo mismo digo, señor Esposito —tomamos asiento.

—No sabía que ibas a la misma Universidad que mi hija —miró a Lali.

—Yo tampoco lo sabía hasta aquella noche en la fiesta —mentí. Lali rió por lo bajo.

—Me alegro que se hayan llevado bien —dijo él.

  Asentí y miré a Lali. Ella observaba intranquila la puerta del baño. Tomé su mano por debajo de la mesa. Su vista volvió a mí.

‘Todo va a estar bien’ ella leyó mis labios. Sonrió y miró a su padre.

—Señor Esposito, básicamente organizamos este almuerzo porque queríamos contarle que su hija y yo… estamos juntos —le dije tratando de sonar lo más tranquilo posible. Nunca pensé que llegaría el día en que tendría que presentarme como el novio de alguna chica.

La mirada de Nico  se dirigió a Lali y luego volvió a mí.

—¿Eso quiere decir que tú y mi hija tienen una relación amorosa? —preguntó. Asentí nervioso. Me parece que la idea no le está cayendo para nada bien —Eso es muy bueno —aseguró mientras una sonrisa se formaba en su rostro. Sentí como todo el aire que tenía en mis pulmones salía lentamente.

—¿Te agrada la idea? —le preguntó Lali sorprendida.

—Claro que si, hija —aseguró él y palmeó mi hombro—Este muchacho me cayó bien desde la primera vez que lo vi. Además de que eso significa que al fin te has desecho del idiota de Pablo.

—¡Papá! —lo retó Lali.

—¿No le caía bien Martínez? —le pregunté.

—Para nada… demasiado posesivo para mi princesa. Un celular comenzó a sonar. Nico  lo tomó y miró la pantalla. Se puso de pie —Un minuto por favor.

Se alejó de la mesa mientras contestaba.

—No puedo creer que le hayas agradado desde el primer momento. Se nota que apenas tuvo contacto contigo —me dijo Lali. Reí por lo bajo.

—Yo soy la persona más agradable del mundo, amor. De eso estate completamente segura.

—Perdón por haber tardado tanto —dijo Gimena sentándose a la mesa —Había cola para el baño, por dios. Lali miró hacia donde Nico  se había ido. Volví a tomar su mano por debajo de la mesa. Ella rió por lo bajo y me miró —¿Ya pidieron la champaña? —preguntó. Ambos negamos con la cabeza —Bueno, voy a pedirla.

Se volvió a levantar y se dirigió hacia la barra.

—Listo, solo era una llamada de oficina —Nico  se sentó en la silla. Lo miramos —¿Qué vamos a tomar?

—Champaña —dijo Lali.

—Perfecto —aseguró él. Su celular volvió a sonar—Lo lamento, hija. Pero juro que será el último.

—Atiende tranquilo —dijo ella.

  Nico  volvió a levantarse. Lali y yo nos miramos y estallamos en risas. Me acerqué más a ella y junté mi frente con la suya

—Esto es tan cómico —le dije.

—Lo sé —asintió ella.

—Nunca pensé que almorzar con mis suegros sería tan divertido —rocé sus labios con los míos y ella dejó de reír.

—Esto no está bien, deberíamos decirles —susurró y me besó.

—Ya se van a encontrar —aseguré y la besé un poco más.

—¿Qué haces tú aquí?

—¿Qué haces tú aquí?


  Nos alejamos y los miramos uno frente al otro con la mesa de por medio. Y el momento del encuentro ya llegó. Que dios nos ayude.