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martes, 27 de agosto de 2013

CAPITULO 59

Holaaaa!!! Este cap es precioso, hermoso... Perfecto!! Quiero muchos comentarios!! :):) Besos

—Algo frío para entrar en calor, si —le dije.

  Ella rió divertida y vi como sus mejillas tomaban un poco de color. Como me encantaba que sus mejillas tomaran color. Se veía tan inocente así.

—¿Vas a quedarte, verdad? —me preguntó mientras me alcanzaba un plato con comida. 


—Por ahora no tengo ninguna intención de irme —le contesté. Ella suspiró levemente.

Se sirvió comida para ella y se sentó frente a mí.

  Vi como miraba con cierto asco la carne frente a su plato. Con el tenedor, corrió un pedazo y se dedico a pinchar la verdura. Reí por lo bajo y me miró.

—¿Qué pasa? —preguntó.

  Pinché un pedazo de carne y estiré mi mano para acercarlo a su boca. Arrugó la nariz y me miró implorando que no lo hiciera.

—Debes comerlo, o me veo en la obligación de que comas otro tipo de carne.

—Dispuesta, estaría a hacerlo… —susurró, y clavó sus ojos en los míos —No me hagas comer eso, voy a ensuciar todo mi organismo. Hasta tal vez me agarre una patada al hígado por comer esto, después de tanto tiempo.

—¿Qué te dijo el médico? —le recordé.

—Puedo sustituir eso por alimentos con fibra —dijo sin dejar de mirar asqueada la carne en mi tenedor —No me hagas comer eso.

—Lali, los humanos estamos para comer carne.

—¿Si como un pedacito, ya no me harás comer más?—preguntó como una niña pequeña poniendo condiciones para comer sus verduras, en este caso… carne.

—Lo prometo —le afirmé.

  Respiró profundamente y abrió apenas su boca para acercar la carne. Cuando estuvo dentro se quitó el tenedor. Dio un pequeño mordisco y frunciendo aun más el ceño quito la carne de su boca. La mire bien.

—No puedo, no puedo —dijo apunto de chillar como si de verdad tuviera 5 años —Esta viscoso y… diaj que asco. El solo hecho de pensar que un pobre animalito fue asesinado brutalmente para terminar en mi plato me repugna. No sabes lo mal que me sentí cuando tuve que cortar la carne en pequeños pedacitos…

Reí divertido y me miró entrecerrando los ojos.

—Oh eres increíble —dije sin dejar de reír.

—Lo siento señor “como carne porque soy un humano” pero no puedo hacerlo. Simplemente no puedo.

—Está bien, está bien. Por lo menos come tus verduras.

—Sonaste como mi padre —dijo algo asustada.

  Volví a reír. Ella era divertida y tan única. Tan espontánea y natural. Tal vez yo podría estar pasando el peor momento de mi vida, pero estoy completamente seguro que ella sería capaz de sacarme una sonrisa.

  Comimos entre risas y unas cuantas intensas miradas. Mirarla era algo tan especial, juro que me daba paz. Terminamos y la ayudé a lavar todo. Se giró a verme.

—¿Seguirá lloviendo? —dijo.

Hice un gesto con los hombros. Entonces ella comenzó a caminar hacia un gran ventanal. 

Corrió las cortinas y vimos como la intensa lluvia caía pesadamente sobre la cuidad.

—Sí, aun llueve —le dije acercándome a mirar un poco. Ella abrió una de las puertas del balcón.

—Amo el olor a lluvia —musitó con los ojos cerrados y respirando profundamente.

—Y yo amo el olor a ti —dije inconscientemente. Se giró a verme y pestañeó nerviosa.

—¿Vemos una película? —me preguntó rápidamente.

—¿Por qué no? —le dije asintiendo.

  Volvió a la cocina y tomó dos pequeños potes de helado del refrigerador. Me entregó uno y me dio una cuchara.

—Ven, vamos a arriba —me dijo y comenzó a subir las escaleras a su cuarto. Otra vez los recuerdos de esa noche volvieron a mi mente. Lentamente subí detrás de ella. Y cuando llegamos ambos nos quedamos quietos —Mmm, ponte cómodo —dijo algo nerviosa.

  Asentí y me quité las zapatillas para sentarme en la gran cama. No podía evitar recordar aquello, se me hacía casi imposible.

—Amelie, película de origen franco-alemana, me dijeron que es muy buena —dijo ella y se acercó hasta el gran televisor que estaba frente a nosotros para ponerlo.

  Puso el DVD y luego se sentó en la cama. Se acercó más a mí, apoyando un costado suyo contra mi pecho. La miré y en un impulso me acerqué a ella, para besar su mejilla. Vi como sonreía sin dejar de mirar al televisor.

  La película comenzó. Una voz en off comenzó a narrar la historia. Trate de concentrarme, pero mi vista se desviaba hacia el perfil de Lali, hacia su forma de comer helado, mientras concentradamente leía la traducción.

  Luego de un rato apoyó la cabeza en mi pecho. Yo solo me quedé así, mirando muy entretenido aquella interesante película y comiendo helado. Coloqué mi brazo alrededor de ella, y mi mano quedó descansando en su espalda.

  “Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las emociones de ayer " Esa frase quedó bastante metida en mi cabeza.

  Bostecé cuando la película terminó y el disco salio solo. Quise moverme, pero Lali no se levantó. Estiré un poco mi cabeza para mirarla y estaba dormida.

  Sonreí levemente y con cuidado la solté. Abrí la cama, y la acomodé bien allí para taparla como a una niña. Me acerqué al televisor y lo apagué. Tomé mis zapatillas para irme.

  Yo tenía que irme de allí, salir e irme para dejar de pensar un poco en todo lo que ella me produce cuando estamos juntos. Caminé hasta la escalera, pero mis pasos se detuvieron. 

Giré para mirarla y su pequeña figura sobresalía en aquella inmensa cama.

—Mierda… —susurré y solté las zapatillas para acercarme de nuevo a la cama.

  Abrí con cuidado las sabanas y frazadas, para con más cuidado acostarme a su lado. Cuando lo hice, giró sobre el colchón y apoyó su cabeza sobre mi pecho. Apoyándose dulcemente cerca de mí, colocando sus piernas debajo de las mías y haciendo que su perfume entrara impávidamente por mi nariz. La miré algo sorprendido.

—Sabía que no ibas a irte —me habló en voz baja.

—¿Estabas despierta? —pregunté.

—Si —musitó y se abrazó más a mí —Y me alegro de que no te hayas ido.

—Lali…yo...

—Abrázame, no seas tonto… Hace frió —se quejó.

Entonces con cuidado la abracé.

—Lali —la llamé.

—¿Si?

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro.

—¿Estas arrepentida de lo que pasó aquella noche?—le pregunté.

No dijo nada, pensé que no iba a responderme.

—No —dijo apenas audible, pero la escuche —No estoy arrepentida —levantó un poco su cabeza y besó el borde de mi mentón —Ahora duerme, ¿si?

—Lali —la volví a llamar.

—¿Qué? —dijo ya frustrada de mí. Reí levemente.

—Déjame besarte —pedí.

—¿Por qué quieres besarme? —me preguntó.

—Porque lo necesito —dije algo agitado.

—¿Y por que? —volvió a preguntar.

—No lo sé, maldita sea —solté exasperado —Solo sé que lo necesito, te necesito desesperadamente.

  Entonces, levantó su cabeza de mi pecho y me besó de esa manera suave que ella siempre utilizaba. Moví mi boca a ese ritmo tan especial y delicado. Sentí como una de sus manos se apoyaba suavemente en mi mejilla. La rodeé firmemente con mis dos brazos, mientras la acercaba implacablemente hacia mí.

  Se subió a horcajadas sobre mi abdomen, jadeé levemente al sentir el tibio contacto de sus manos debajo de mi remera. Se alejó apenas de mi boca y me miró agitada.

—Déjame demostrarte que puedes llevar más cosas, además de las ganas, a la cama. Déjame demostrarte que no solo puede haber placer en esto —dijo mientras besaba mi rostro. Tragué sonoramente —En la cama puede haber muchas cosas Peter. Consuelo, culpa, alivio…

—Lali… —dije agitado.

Me besó callando mis palabras.

—Puedes sentir miedo, alegría. Puedes sentir coraje… —se alejó de mi para clavar sus ojos en los míos —Peter… puedes sentir amor, eso que tanto temes y de lo que huyes despavorido, como si fuera lo más horrible del mundo. En una cama, las cosas son mucho mejor y más placenteras cuando hay sentimientos de por medio.

—Lali, yo…

—¿Tú que? —Susurró —Déjame hacerte el amor.

La miré fijo a los ojos y recordé las palabras de Nicolás.

*Flashback*

—Cuando hagas el amor con alguna, te vas a dar cuenta. No es cosa de una sola noche. Vas a querer hacerlo todas las noches que sigan…

*Fin del Flashback*

—Soy todo tuyo cariño —le dije y ella sonrió para luego inclinarse hacia delante y tomar mis labios en un apasionado beso.

  Metí mis manos debajo de la remera de pijama, la suave piel de su espalda estaba fría, mientras que mis manos estaban calientes.

  Sentí como todo su cuerpo de erizaba ante el contacto caliente de mi mano, sobre su piel. Su lengua se mezcló con la mía y sentí el sabor dulce y frío del helado.

  Con un simple movimiento giré sobre el colchón y la atrapé debajo de mí. Me alejé de su boca para mirarla a los ojos. Ella me sonrió dulcemente y acarició mi rostro.

—Ya dejemos las vueltas, Peter —me dijo.

—¿Estás dispuesta a admitir que te mueres por mí?—le pregunté divertido. Mordió su labio inferior y me miró de manera caliente.

—Ya no puedo decirte que no —dijo y alzó la cabeza para rozar mi boca —Estoy loca por ti.

Sentí un cosquilleó en mi estomagó.

  Eran las estúpidas mariposas que Tina me había dicho que se sienten cuando uno está… está enamorado.

—Yo también estoy loco por ti Lali, completa y perdidamente loco —admití y terminé de besarla.

  Sus manos bajaron hasta el borde de mi remera y soltando apenas mis labios me la quitó por la cabeza. Arrojó la prenda hacia un costado, mientras sobre sus labios se curvaba una sonrisa. De una manera que me sorprendió hizo que giráramos y quedó sobre mí. Su suave mano acarició mi pecho y bajó por mi abdomen.

  Casi desesperado me senté y la besé posesivamente, provocando que un pequeño gemido escapara de su boca. Le quité la molesta remera, que no me dejaba acariciarla con ansias. Volví a besar sus labios, para luego bajar a su cuello. Sus manos acariciaban mi espalda y nuca.

  Subiendo una de mis manos por su pequeña espalda, me llevé el broche de su sostén. Se alejó un poco de mí para mirarme a los ojos.

  Levante mi mano y la apoyé sobre su hombro. Sin quitar mi mirada de la suya, retiré con cuidado el bretel. Sus labios se apoyaron despacio sobre los míos, mientras mis manos terminaban de quitar el sostén de ella.

  Sus brazos se elevaron y rodearon mi cuello. Acercándola más a mí rodeé su cintura con mis brazos, mientras nuestras bocas se conocían un poco más.

  De una u otra forma, nos fuimos deshaciendo de cada prenda que nos cubría. Juro que no solo estaba totalmente excitado y desesperado por entrar en ella, también estaba asustado y una parte de mí me decía que me alejara.

  Pero, ¿Cómo podía hacer algo así? ¿Cómo podía hacerlo si simplemente se que la necesito más que a nada?

  Sus manos eran tan suaves y cálidas y me acariciaban tan dulcemente, que puedo jurar que su toqué me quemaba por dentro. Me encendía de una forma, que nunca había sentido.

  Esto no era simplemente algo sexual, y me daba tanto placer. Más placer de lo que jamás pensé sentir.

  Con cuidado me recosté con ella y volví a girar para que quedara bajo mi cuerpo. Bajé mis besos por su cuello, y su pecho. Sus piernas me rodearon las caderas, encendiendo una hoguera en mi interior.

—Sabes tan bien cariño —le murmuré cerca del oído.

  Gimió levemente, cuando con mis manos la acomodé mejor debajo de mí, tomándola de ambas piernas y haciendo que mi sexo se presionara levemente contra el suyo.

—Te necesito dentro Peter… por favor —me rogó.

Su suplica me hizo estremecer. Y entonces alcé la cabeza para mirarla fijamente a la cara. 

  Sus ojos marrones estaban nublados por el placer, sus mejillas levemente enrojecidas. Ella era tan hermosa… y yo ya no podía hacer nada para negar lo que sentía. Entonces despacio empecé a entrar en ella. Sus manos apretaron mis hombros, cuando la llené completamente. Bajé la cabeza y la besé con ternura, mientras empezaba a envestirla suavemente, con cuidado y hasta el fondo. Me abrazó dulcemente mientras nuestras bocas se fundían en un delicado beso.

¡Demonios, la tonta sensación de su cuerpo abrazando al mío no tiene descripción!

  La sensación de su pecho latiendo contra el mío. La sensación de su corazón latiendo bajo el mío. Su ritmo era hiperactivo y escandalizador, hizo que todo mi cuerpo temblara e hizo que me diera cuenta de que mi corazón latía al mismo ritmo. O peor aún, mucho más.


viernes, 23 de agosto de 2013

CAPITULO 58

Holaaaa!!! Este capitulo tambien es precioso :):) Ya lo dije, estos capitulos son... iwudbxieb Me alegra volver a leerte Sofi, pensaba que ya no me leias jajaja Besos y gracias por comentar!!!

—Ya me voy —dijo algo nerviosa y comenzó a caminar.

  Sonreí al ver su paso apresurado al caminar, entonces corrí hasta ella y la tomé del brazo para jalarla hacia mí y besarla dulcemente en los labios.

—De todas maneras iba a hacerlo —le dije cuando me alejé apenas un milímetro de ella.



  Llegué a mi casa y tiré todas mis cosas al suelo. Tomé la carta de mi madre y me senté en el sillón para volver a leerla. Me había olvidado completamente de su letra. Una letra fina y bien clara. Me levanté y fui hasta mi habitación. Comencé a revolver los cajones de mi mueble, hasta que encontré lo que estaba buscando. La tomé con cuidado y la miré detenidamente. 

Ella era tan hermosa… y debe serlo aun.

  Sentí un nudo de impotencia que no me dejaba respirar tranquilo. Ella era una mujer increíble y nunca tuvo que haber pasado por todo lo que mi padre la hizo pasar. Maldito cobarde, infeliz… será mi padre pero lo único que siento hacia él es desprecio.

  Me puse de pie, necesitaba salir y despejarme, dejar de pensar en todo. Me cambie la molesta ropa de la Universidad y tomé mis llaves y mi teléfono para salir de casa. No iba a ir en moto. Necesitaba caminar.

  Caminé sin rumbo alguno por las calles de la cuidad, sin prestar mucha atención a donde estaba yendo. Hasta que mis pasos se detuvieron frente a un viejo bar. Miré a mí alrededor y decidí entrar. Un lugar con luces bajas, todo estaba relativamente oscuro. Me acerqué a la barra y me senté en la silla. Un hombre de unos 70 años se acercó a mí y me miró fijo.

—¿Qué se te ofrece muchacho? —me preguntó.

—Dame una botella de ron – le pedí. Él asintió. Se alejó de mí y se agacho para buscar lo que le estaba pidiendo.

*Flashback*

—¿No vas a hacer ninguna tontería, cierto?

*Fin del Flashback*

  Su pregunta y preocupación llegó a mi cabeza. Me la había vuelto a preguntar después de que la había ido a besar. El hombre se acercó de nuevo a mí y apoyó la botella frente a mis ojos, colocó un vaso al lado. Lo miré y le agradecí con la cabeza. Se alejó de nuevo.

  Lo siento cariño, pero no puedo cumplirte. Necesito que mi mente este en otro lugar, necesito olvidar y embriagarme. Abrí la botella y me serví un poco de ron. Miré mi vaso y dude un poco en hacerlo… Lali estaba en mi cabeza.

  Pero no, tenía que hacerlo. Llevé el vaso a mi boca y tomé de golpe. Apoyé el vaso con un poco de fuerza sobre la barra, ya que el ron me había quemado hasta el cerebro. Volví a llenarlo y volví a tomar.

*Flashback*

—Tu madre es una cualquiera, ¿entiendes eso? Ella te dejó, decidió irse con otro… ¿y sabes por qué? Porque eres un error… nunca te quiso. Cuando se enteró de que estaba embarazada de ti… quiso abortarte pero yo no la dejé, y cuando naciste no te quiso ver. La tuvieron que obligar a que te diera de amamantar… ¿Cuándo vas a entenderlo? Ella nunca quiso que nacieras…

*Fin del Flashback*

—¡Mentira! —dije sin darme cuenta.

  La gente que estaba a mí alrededor se giró a verme. Volví a tomar el ron que estaba en mi vaso. Sus malditas palabras llenaron mi cabeza.

  ¿Por qué me hacía esto? ¿Por qué mi propio padre quería destruirme? ¿Por qué quería acabar conmigo? ¿Qué le había hecho yo a él?

  Seguí tomando y tomando. Mi cabeza ya daba vueltas. Pero aun así no había logrado despejar mi mente de aquellos recuerdos horribles y aquellas palabras hirientes. No sé cuánto tiempo pasó, pero mi botella ya estaba casi vacía.

  Miré a mi alrededor y luego miré a la hora del reloj de pared del bar. Ya era tarde, debía irme. 

  Me puse de pie y ante el repentino mareo me agarre de la mesada. Saqué un poco de dinero y sin mirar cuanto era lo dejé encima de la mesa. Salí del bar y las gotas de lluvia mojaron mi rostro. Levanté mi cabeza y miré el cielo. Estaba oscuro y había refrescado bastante.

  Coloqué sobre mi cabeza la capucha de mi buzo. Tenía que ir a algún lado, tenía que dejar de pensar un poco. Mis pies comenzaron a caminar sin rumbo alguno, la lluvia fría había logrado traspasar un poco mi ropa. No sabía a dónde ir, mis pasos caminaban sin dirección.

Hasta que me detuve frente a un edificio. Lo miré bien y supe que ese era el edificio de Lali. 

  Me acerqué a la puerta y para mi buena suerte, estaba abierta. Me quedé un segundo quieto, esperando a que todo volviera a ser visible, ya que lo estaba viendo borroso. Reí por lo bajo y me acerqué al ascensor.

  Entré y sin dudar marque el piso 6. Llegué al piso más rápido de lo que pensé. Me acerqué a la puerta y di tres golpes firmes y lentos. Necesitaba que me abriera, necesitaba verla, necesitaba abrazarla. Que ella me abrazara y que me contuviera. Tragué ante el pensamiento.

—Ya voy —escuché su dulce voz desde adentro. La puerta se abrió y ella me miró sin poder creerlo —Peter…

—Lo siento, no sabía a que otro lugar ir —dije y me tambaleé un poco. Ella se acercó a mí y tomó de la cintura. Su rostro quedó cerca del mío —Nico ha salido de casa y Gas esta en un caos familiar —disculpé con esas excusas mi presencia en su casa. Me ayudó a entrar y me hizo sentarme en el sillón.

—¡Menos mal que te dije que no hicieras tonterías!—me empezó a regañar. Mi cabeza daba muchas vueltas. Solo vi como se acercaba a la cocina —¿Por qué haces esto? ¿Qué necesidad tenías de tomar así? A kilómetros se te huele el alcohol —siguió hablando. Sonreí por lo bajo y vi como ella servía algo en una taza —¡Creo que ya estás un poquito grande como para estar emborrachándote por ahí y poniendo tu vida en peligro!

—Ya, ya no me retes —le pedí. Ella se acercó y se arrodillo frente a mí. Me quitó la capucha.

—¡Tienes los ojos rojos por el alcohol! ¿No te da vergüenza? Encima me lo prometiste, me prometiste que no ibas a hacer tonterías…

—Perdón, perdón —me disculpé.

  Levantó su mano y secó mi rostro con la toalla que había traído. Luego me ayudó a quitarme el buzo, ya que estaba empapado.

  Colocó la toalla alrededor de mis hombros. Giró y tomó la taza para dármela. Miré el líquido verde claro y la miré a ella.

—Es un té chino, quita la borrachera más rápido que el café y no provoca efectos de adicción, como el café —me dijo.

Volví a mirar el té y con duda lo acerqué a mi boca.

Apenas un sorbo de aquello tocó mi lengua lo alejé de mí.

—Esto es un asco —dije mientras dejaba que esa horrible cosa pasara por mi garganta.

—Lo siento querido, pero el que quiere celeste que le cueste —dijo y me hizo tomar de nuevo.

Juro que era lo más asqueroso que había probado en mi vida.

—No, no quiero más —alejé la taza de mí, pero ella volvió a acercarla.

—No, claro que no —llevó la taza a mi boca —Vas a tomarte todo, quieras o no.

Sonreí por lo bajo y tomé obedientemente.

—Estoy seguro de que así debe sonar mi madre —dije algo divertido. Sus ojos se clavaron en los míos, y acomodó un poco mi cabello.

—¿Sabes? La noche de la fiesta en la que nos encontramos, ¿recuerdas? —me dijo. Asentí con la cabeza mientras volvía a tomar un poco de té. Ya no sabía tan horrible —Estábamos jugando a las veinte preguntas… no lo terminamos. Me tocaba a mí…

—Fueron cinco, no veinte... bueno seis —le dije al recordarlo con claridad. Sonrió por lo bajo y luego soltó un leve suspiró mientras se arrodillaba mejor frente a mí.

—Bueno, entonces comenzaré —me dijo. Asentí —¿Por qué haces las cosas que haces?

—No lo sé, es algo que… no lo sé —le respondí.

—Está pregunta siempre quise hacértela —dijo algo divertida —¿Qué le viste a María?

Su pregunta me hizo reír por lo bajo. La miré a los ojos y arqueé una ceja.

—¿Celosa? —pregunté.

—La que hace las preguntas aquí soy yo —me dijo seria.

—Está bien, está bien —le dije y suspiré —María es una más del montón, nada significó para mí y jamás va a significarlo.

—¿Yo soy una más del montón?

—No, jamás —contesté rápidamente.

—¿Playa o montaña? —me dijo.

—Montaña, así podría ir con alguien a quien le parece que lo mejor de tener frío es poder entrar en calor —le dije. Rió levemente y clavó sus ojos en los míos.

—¿Cómo se llama tu madre? —preguntó.

  Detuve el recorrido que estaba haciendo la taza a mi boca. Sentí como un nuevo nudo se formaba en mi garganta. Aquel mareo horrible que tenía cuando llegué ya casi ni estaba.

—Claudia—dije por lo bajo.

—¿Dónde está ella? —dijo.

—No lo sé —dije y fijé mi mirada en la nada —Hace diez años que no sé nada de ella. Mi padre… mi padre la golpeaba. Ella un día se cansó y me agarró y nos fuimos de casa con Ben.

—¿Quién es Ben? – la miré a los ojos y sentí como los míos se llenaban de lágrimas.

—Ben era el hombre por quien mamá iba dejar a Mariano. Siempre lo quise mucho, era un hombre increíble —contesté su pregunta —Nos… fuimos de casa, pero papá fue por mí con un juez y se quedó conmigo. Desde entonces… no supe nada más de ella. No sabía si estaba viva, si estaba muerta —mi voz se quebró al final de la oración—Mi padre me ha amenazado toda su vida con que si yo no hacía lo que él quería iba a mandar a matar a mi madre —la mire de nuevo a los ojos y sus marrones ojos estaban llenos de lágrimas también —Yo no pude hacer nada, ¿entiendes? ¡El maldito me tiene agarrado de las pelotas!

—Otra pregunta —dijo con un hilo de voz. La miré extrañado —¿Puedo besarte?

  No dije nada. Ella se inclinó hacia delante y chocó suavemente sus labios con los míos. Mis ojos se cerraron instantáneamente. Sus labios se cerraron suaves sobre los míos, que con temor respondían a su gesto.

  No había ganas en ese beso, no era una insinuación sexual. Ese beso era preocupado, angustiado, quería consolarme. Esto no podía ser así, no debía ser así. Algo asustado me alejé de ella. Me miró algo sorprendida.

—¿Qué sucede? —me preguntó.

—No… no hagas eso. Yo no quiero tu lastima… no me gusta la lastima —le dije.

  Tomó mi rostro con sus manos e hizo que la mirara fijo a los ojos. Me sonrió dulcemente, provocando que un escalofrió bajara por mi espalda. Volvió acercarse a mi boca.

—No, no es lastima —susurró sobre mis labios —Solo quiero cuidarte. Tú viniste hasta aquí, no porque Nico o Gas no estaban. Viniste hasta aquí, porque necesitas que te cuide, necesitas que te abrace, que te bese. Me necesitas…

  Se acercó más a mí y se sentó sobre mi regazo. Me encontré colocando torpemente mis brazos alrededor de su cintura, mientras sus labios eran una suave caricia sobre los míos.

  Sus manos acariciaban mis cabellos, hacia atrás. Y luego las yemas de sus dedos, acariciaban mis mejillas. Y su boca, ¡dios santo su boca! Su boca se estaba convirtiendo en una obsesión.

Una peligrosa obsesión.

Se alejó un poco y yo quedé colgando en el aire. Abrí mis ojos, para enfrentar los suyos. 

Despacio acarició mi nariz con la suya y luego se puso de pie.

Caminó hasta la cocina y se puso a revolver algo.

—¿Te quedas a comer? —me dijo. Me puse de pie y caminé hasta donde estaba ella.

—Creo que va a ser mejor que me vaya —le dije. Me miró a los ojos.

—Está lloviendo y ya es tarde, ¿Por qué no te quedas, Peter? —preguntó.

—No… no lo sé Lali —dije con duda.

  Puso su mejor cara de perro mojado y me miró fijo sacando un poco de puchero. ¡Maldita sea! 

No puedo creer que tenga esa facilidad de hacerme ceder así.

—¿Si? —preguntó sin dejar de mirarme y hacerme ojitos. Respiré profundamente.

—Está bien —dije mientras soltaba el aire que tenía en mi cuerpo.

Sonrió y se estaba por acercar a mí, pero se detuvo y me miró.

—No, no. No lo tengo que hacer. No lo voy a hacer, quédate tranquilo. Mantendré distancia entre nosotros —dijo. La miré divertido.

Me acerqué a la mesa y me senté frente a ella mientras observaba como cocinaba.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté.

—¿Recuerdas aquel día en la oficina de mi madre que me desmayé y me dijeron que estaba anémica? Bueno, fui al médico el otro día y confirmó aquello. Me dijo que debo comer carne.  Así que estoy haciendo algo con un poco de carne —dijo. La miré divertido.

—Aquí tienes carne para comer, cariño – dije refiriéndome a mí. Me miró divertida.

—No, esa carne tiene miedo de mí. Así que mejor no la como, y trato de no mirarla, para que no salga corriendo —me dijo sin dejar de sonreír.

Volvió su vista a la comida. Y una pregunta se trabó en mi garganta.

Mi mirada estaba clavada en ella, pero ella parecía no notarlo.

  El imborrable recuerdo de su cuerpo contra el mío, llegó a mi cabeza para agitarme. Tenía que preguntárselo, tenía que hacerlo…

—¿Me pasas ese plato? —me dijo, haciendo que saliera de mis pensamientos. Asentí y le alcancé lo que me pedía —Tengo helado de postre, ¿Te gusta el helado?

—Algo frío para entrar en calor, si —le dije.

  Ella rió divertida y vi como sus mejillas tomaban un poco de color. Como me encantaba que sus mejillas tomaran color. Se veía tan inocente así.


—¿Vas a quedarte, verdad? —me preguntó mientras me alcanzaba un plato con comida.



jueves, 22 de agosto de 2013

CAPITULO 57

Holaaaa!!! Este capitulo es muy Laliter y muy bonito :):) Comenten comenten!! Besos


—¡Si maldita sea, me vas a dar lo que te estoy pidiendo! ¡Te guste o no! —colgué el teléfono y salí de la sala de música alterado. Pero mi enojo se calmo un poco al verla detrás de la puerta  —Lali —le dije. Ella trago saliva.


—Lo siento, solo quería escucharte tocar… 


  Todo el enojo que se había acumulado en mí, se había evaporado como por arte de magia al escuchar sus palabras.

—¿Escuchaste verdad? —le pregunté. Ella apretó sus labios.

—Perdón… perdón yo no quería escuchar. Lo único que quería era escucharte tocar—se disculpó. Sonreí y acomodé un mechón de su cabello.

—Prometo que voy a hacer un concierto para ti sola—dije.

  Entonces se acercó a mí y me abrazó. Aquel extraño gesto mandó un escalofrío por todo mi cuerpo. Me quedé inmóvil, pensando en que hacer. Reaccionando, mis brazos se levantaron y la envolvieron.

  Atiné a esconder mi rostro en su cuello y acercarla más a mí. Era tan extraña la sensación volátil y tonta que me invadía. Su perfume era tan delicioso y adictivo. Con sutileza froté mis labios contra su piel.

—Suéltame Lali, sino no podré dejarte ir —le susurré.

—No me dejes, llévame contigo —me dijo. La acerqué más a mí.

—No puedo cariño, voy a la oficina de mi padre —le dije. Ella se alejó despacio.

—Te acompaño… luego podemos ir a tomar un helado.

La miré bien y sonreí.

—¿Es una cita? —pregunté.

—¿Por qué no? —dijo.

—¿Estás aceptando que me estás invitando a salir?—dije sin poder creerlo —Pellízcame.

Rió por lo bajo.

—Pero si no quieres… me voy a casa.

—No, claro que no. Ahora no me vengas con excusas.

—Entonces, vamos —dijo y comenzó a caminar. No pude moverme, me quedé quieto mirándola. Se detuvo y se giró a verme.

—¿Qué sucede? —me preguntó.

—Que realmente eres hermosa —le dije bobamente. Sus mejillas tomaron un poco de color.

—Vamos, se hace tarde —dijo.

Caminé hasta ella y la miré fijo a los ojos.

—Tienes algo en los labios —dije. Frunció el ceño y llevó las manos a su boca.

—¿Dónde? —preguntó y bajó la mirada intentando verse a si misma. Sonreí.

  Con su mirada distraída me acerqué más a ella y quité su mano de mi camino para rozar sus labios. Su boca soltó un leve suspiro. Besándola suavemente di un paso hacia ella, haciendo que nuestros cuerpos quedaran más cerca. Con cuidado mordí su labio inferior, para luego alejarme despacio.

—Como me gusta besarte, Lali —le confesé aun cerca.

Ella se alejó un poco más y me miró a los ojos. Mordió sus labios y se volvió a sonrojar.

—Vamos, ¿quieres? —me dijo.

  Salimos de allí y caminamos hasta el estacionamiento. Miré a mí alrededor buscando su auto, pero no estaba.

—¿En que viniste? —le pregunté.

—Caminando —dijo simplemente.

—Perfecto —aseguré —Así podré llevarte conmigo…bien cerca.

—Eres un aprovechador —me acusó. Sonreí y me subí a Betty

—Sube aquí —le hice el gesto para que se sentara Justo frente a mí.

—¿Y si mejor voy atrás? —preguntó.

—No seas vueltera, y ven aquí —dije y la tomé de la mano para jalarla hacia la moto.

  Se subió y se acomodó bien. Recogió su cabello y me dejó la linda vista de su nuca. No pude contenerme y me acerqué a besar su cuello. Ella dio un pequeño salto.

—Peter —se quejó.

—Lo siento, lo siento. Eres demasiado irresistible…

—¿Puedes dejar de jugar y vamos? —me pidió.

  Con una pequeña sonrisa arranqué y prendimos marcha hacia la oficina de mi padre. En el camino mi cabeza no dejaba de pensar en la carta de mi madre. No dejaba de pensar en Hoope.

¿Pueden creerlo?

  Tengo una hermana. Toda mi vida quise tener hermanos, y ahora se que tengo una. Es increíble.

—¿Estás bien? —su voz llegó medio lejana a mi cabeza. La miré a los ojos.

—¿Qué? —pregunté.

—¿Qué si estás bien, Peter? —repitió algo preocupada.

—Si cariño, ¿Por qué lo dices? —le dije.

—Porque tienes cara de enojado.

Le sonreí levemente y besé su mejilla.

—No estoy enojado, solo estaba pensando.

Me detuve Justo frente a las oficinas de mi padre. Me bajé primero y ayudé a Lali a bajar. 

Comenzamos a caminar hacia adentro.

  Sin saludar a nadie de la entrada, me dirigí directamente al ascensor. Nos subimos y marqué el piso de mi padre.

  Estaba ansioso por llegar. Necesitaba saber en donde estaban todas esas cartas. Y esta vez Mariano no se iba a salir con la suya.

  Llegamos al piso y nos bajamos. La secretaria de mi padre me miró sorprendida y estaba por agarrar el teléfono.

—Deja ese teléfono allí, Aly —le dije. Ella colgó el tubo. Miré a Lali —Espérame aquí cariño, ¿Si?

—Aquí te espero —me dijo.

  Le sonreí apenas y caminé rápidamente hasta la puerta de mi padre. Sin tocar la abrí y entré. 

Él me miró fijo cuando lo hice. Cerré la puerta con algo de fuerza y lo miré fijo a los ojos.

—¿Dónde están las cartas? —le dije lo más calmado que pude.

—Hola ¿no? Hace mucho que no te veo —me dijo el muy cínico.

—¡Contéstame! —le exigí. Él no dijo nada. Entonces tomé la carta que había guardado y se la mostré —¿Sabes lo que es esto?—pregunté y sonreí irónicamente —Es una carta de mamá.

—¿De donde sacaste eso? —me preguntó poniéndose de pie.

—Quiero todas las cartas que ella me mandó. ¡Son mías y nada tienen que ver contigo!

—¿Por qué sigues insistiendo con ella? ¿Acaso no ves que nunca le importaste? ¡Si le hubieses importado no se hubiese ido con aquel infeliz!

—¡Ella se fue por tu culpa! —le grité.

—Solo voy a decirte una cosa Peter… no me busques—me dijo hablando en voz baja.

—Por lo menos dame un teléfono en donde llamarla. Mañana es su cumpleaños… quiero hablar con ella —le dije reteniendo todo mi enojo.

—No —sentenció.

—¡Maldita sea! —le rugí y tiré todas las cosas que estaban sobre el escritorio. Abrí la puerta y salí de allí. Sin prestar atención a que Lali estaba allí me acerqué a Aly —¡¿Dónde está el número de ella Aly?! —le pregunté bastante alterado.

—Yo… yo no lo se —me contestó nerviosa.

—¡Si que lo sabes! —le grité.

  Sentí unas pequeñas manos tomarme del brazo y jalarme hacia ella. Cerré los ojos y dejé que ella me calmara con sus brazos.

—Tranquilo —me susurró mientras me abrazaba más.

  Otra vez todo eso enojo que tenía se evaporó. Me quedé quieto cerca de ella, sus manos subían y bajaban por mi espalda, calmándome. Luego de unos segundos me alejé con cuidado.

—Lo lamento —le dije mirándola a los ojos.

—Oye, tranquilo —me dijo y acarició mi mejilla. Me giré a mirar a Aly.

—Lo siento Aly, se que no tienes nada que ver —me disculpé.

—Todo está bien, Peter —me dijo ella. Mariano salió de la oficina y se quedó quieto al ver a Lali allí. La miró extrañado por unos cuantos segundos.

—No sabía que estabas acompañado —me dijo sin dejar de mirarla.

—Si, pero ya nos vamos —le dije apretando los dientes.

—No espera —dijo él y lo miré —Necesito que hagas una cosa, y te voy a dar el número que quieres…

—¿Qué cosa? —pregunté al instante.

—Necesito que le lleves esto a Donald que está abajo esperando, y que firmes por mí el papel que él tiene —me indicó.

—Para eso tienes empleados —le recordé.

—¿Quieres el número? Entonces has lo que te digo—me dijo. Solté un suspiró cansado. Me acerqué a él y tomé el papel. Miré a Lali.

—Espérame aquí por favor —le pedí. Ella asintió y salí de allí.

  Bajé rápidamente por las escaleras para no perder mi tiempo, necesitaba ese número para poder hablar con mi madre.

  Me encontré con Donald, le di el papel y firmé otro. Volví a subir, estaba por entrar a la sala, pero me quedé detrás de la puerta al escuchar a mi padre hablar.

—Pensé que eres una chica inteligente, Lali —le dijo.

—Y yo pensé que usted era un hombre honesto y trabajador señor Lanzani, pero veo que las apariencias engañan —le dijo ella.

—Te conviene tenerme como amigo pequeña, ya que si pretendes estar con mi hijo y casarte con él tienes que tener mi agrado…

Lali empezó a reír y no pude evitar sonreír por ello.

—No puedo creer que haya dicho eso… ¿Usted se da cuenta de lo que acaba de decir? Señor Lanzani tengo 19 años y no tengo intenciones de casarme aun… además de que no creo que su hijo quiera eso —le dijo divertida.

—No seas insolente —le advirtió.

—Y usted no sea ridículo. Olvídese de que voy a hacer algo de lo que me acaba de pedir, esta muy equivocado si piensa que voy a decirle algo malo con respecto a…

  Entré y ambos me miraron. Miré fijo a mi padre. Estaba algo rojo y se notaba que estaba molesto. En cambio Lali tenía esa cara de calma y armonía que siempre lograba hacerme sentir mejor.

—¿Pasó algo? —le pregunté.

—No nada, solo que tu padre se sabe unos chistes muuuuy graciosos —me dijo ella sin dejar de mirarlo.

—Espero que te hayan tratado bien —dije mirando a mi padre.

—No tengo nada para decir —me dijo ella.

  Mariano se acercó a la mesa de la secretaría y tomó un papel, anotó algo y me lo dio. Lo miré y era un número de teléfono.

—¿Vamos Lali? —le pregunté. Ella me miró y sonrió.

—Vamos —dijo asintiendo —Adiós señor Lanzani… fue un placer hablar con usted.

—Adiós señorita Esposito —le dijo él.

  Salimos de allí y noté que la cara de calma y armonía de Lali había cambiado por una cara de molestia.

—¿Qué sucede? —le pregunté. Me miró y sonrió levemente.

—No, nada. Solo estaba pensando —me dijo.

—Cariño, yo se que dijimos de ir a tomar un helado…pero ¿podríamos dejarlo para otro día?

—Claro que si —dijo y me miró a los ojos —Debo ir a hacer unas cosas, ¿necesitas algo de mí?

‘Varias cosas me gustarían de ti’

—No cariño, nada —le dije antes de decirle semejante barbaridad.

—¿Seguro? ¿No quieres que me quede contigo?—preguntó.

—¿Vas a admitir que estas preocupada por mí? —le dije. Ella sonrió y luego bajó la mirada.

—Claro que estoy preocupada por ti…

—¿Cuánto?

—Bastante —dijo mientras miraba para otro lado.

—¿Y por qué será eso?

—Porque, porque… debo irme —dijo y comenzó a caminar.

—Lali —la llamé. Se giró a verme —Porque te mueres por mí, ¿verdad?

Revoleó los ojos y negó con la cabeza.

—Luego te llamo… ¿estás seguro que estarás bien?

—Si, voy a estar bien —le dije divertido.

—¿No vas a hacer ninguna tontería, cierto?

—No voy a hacer ninguna tontería.

—¿Me lo prometes?

—Si no te vas voy a besarte —le dije.

Sus ojos se abrieron bien y pestañeó varias veces.

—Ya me voy —dijo algo nerviosa y comenzó a caminar.

  Sonreí al ver su paso apresurado al caminar, entonces corrí hasta ella y la tomé del brazo para jalarla hacia mí y besarla dulcemente en los labios.

—De todas maneras iba a hacerlo —le dije cuando me alejé apenas un milímetro de ella.